jueves, 22 de agosto de 2013

Las puertas del paraíso, de Yiyun Li




Entrevista a Yiyun Li, autora de "Las puertas del paraíso" (Lumen)

Yiyun Li, autora de Los buenos deseos (Lumen, 2007) -conjunto de relatos que obtuvo excelentes críticas y numerosos premios-, publica ahora su primera novela, una historia ambientada en la China comunista de 1979.


Por Eva Orúe Tiene Yiyun Li una manera dulce de encarar a su interlocutor, unos modos suaves que remiten al tono amable de su novela. Afortunadamente para quien la entrevista, hablar con ella es menos traumático que leer Las puertas del paraíso, porque en directo, al contrario de lo que ocurre con la obra, tras esa dulzura no se agazapa horror alguno. La novela es la historia de un descubrimiento: el de los sentimientos de una ciudad que se desnuda tras la abominable ejecución de una mujer en la China comunista de finales del siglo XX. Con este libro espléndido, inquietante, que ha merecido el elogio unánime de la crítica estadounidense, Li vuelve al territorio que transitó en Los buenos deseos , libro de relatos que Lumen publicó en 2007. Sigue escribiendo para entender lo que pasó. Y, al hacerlo, consigue que nosotros nos asomemos a una historia no tan lejana. Déjeme que le pregunte primero por su idioma de escritura que es el inglés, y no el chino. ¿Hay alguna razón, además, obviamente, del hecho de que vive en Estados Unidos desde 1996? Bueno, inglés es el único «otro idioma» que conozco más allá del chino. Y no, no escribo en chino, nunca lo he hecho. No sé qué decirle, el inglés es una opción natural para mí. Podría decir que el inglés es mi idioma materno como escritora, ni escribo ni he escrito nunca en chino así que no puedo comparar. Además, pienso en inglés, no voy traduciendo. Bueno, he de traducir situaciones, o aspectos, pero sólo eso. No escribe en su idioma materno pero sí sobre su país natal, una y otra vez. Pero es inevitable, porque China es parte de mí. Vivir en Estados Unidos, ¿le facilita la tarea de escribir sobre su país y su gente? Sí, para mí es más fácil porque para mí la distancia física, la distancia geográfica, es muy importante. Sin duda, la idea de estar fuera me ayuda a escribir. ¿Necesita también explicarse lo que pasó allí, necesita escribirlo para entenderlo? Es verdad que cuando siento curiosidad sobre algo, cuando intento entender un fenómeno o algunos acontecimientos que pasaron en China, me pongo a escribir para entender. Así que lo hago sobre todo para satisfacer mi curiosidad. Usted ha declarado que no es una escritora política. Sí. Pero sus libros son políticos. Para mí, ser un escritor político, comprometido, significa que tienes un programa, y yo no tengo un programa. Creo que es muy peligroso tener uno cuando empiezas a escribir, porque entonces haces lo opuesto a la propaganda comunista, pero haces propaganda. Así que no soy política en el sentido de que no tengo en mi narrativa una posición que he de defender, puedo tenerla en la vida real pero no en mi literatura. No obstante, por supuesto mis libros son muy políticos porque el siglo pasado China fue un lugar muy político y esa historia no se puede obviar. En ese sentido, y como yo sigo a mis personajes, el libro sí es político, y el ambiente que describo es político. También ha dicho que no es una escritora autobiográfica. Sí. Pero lo es. ¿Lo soy? Bueno, depende de cómo defina «autobiográfico». No escribo sobre mis historias, pero sí sobre mi memoria. Estos personajes, a veces, proceden de mis recuerdos, pero desde ese origen hasta, por así decirlo, el producto final, he de inventar sus historias y esas historias vienen de mi imaginación, más que de mi experiencia. Creo que cuando otros autores hablan de «autobiográfico» se refieren a sus propias experiencias, pero mis propias experiencias me interesan mucho menos que saber cómo viven esos personajes. Si viajáramos con usted hasta sus años chinos, ¿encontraríamos alguien como Nini o como el Maestro Gu? Sí, sí, en mis recuerdos hay gente así. Conocí sus caras y a veces también sus historias, lo que les pasó, pero no conocí su mundo interior, y escribir es buscar su mundo interior. La ciudad donde todo ocurre, Río Turbio, está inspirada en la ciudad de su marido… Su ciudad natal. Claro, no era exactamente igual, aunque él dibujó un mapa para mí muy detallado, y yo puse la casa de cada personaje en el mapa, así que físicamente era muy parecida a su ciudad natal. La lectura de la novela es placentera, pasan cosas con toda naturalidad, y de la misma manera natural, de pronto, describe los hechos más atroces. Desde luego, no planifico las cosas para impactar a los lectores, ni para incomodarlos, pero creo que cuando escribes un libro, cuando reflexionas sobre estas cosas, cuando estás tanto tiempo viviendo con los personajes, simplemente llegas a describir el mundo desde su punto de vista. Pero, por poner un ejemplo, describe la tortura a la que es sometida la hija de Gu como si tal cosa. ¡Pero es algo que no se puede evitar! Es lo que pasó… No creo que el escritor deba apartar sus ojos de los momentos horribles… Y a diferencia del cine, no puedes utilizar la música, o recurrir a esos instrumentos visuales para advertir al lector. Se trata de describir las cosas lo más sencillamente posible, lo más objetivamente posible. Es lo mejor. ¿Cuál es su relación con los personajes? Los quiero, a cada uno de ellos. Incluso a los más malos. ¿Sabe? No hay personaje malo para mí, son todos buenos. Pueden ser mala gente, pero buenos personajes. Es una experiencia divertida, cuando eres escritor vives con tus personajes incluso más que con la gente que te rodea, ves a tu marido y a tus hijos por la mañana y por la noche, y entre medias vuelves a ese otro mundo, a vivir con esta gente. Me sentí muy ligada a ellos mientras estuve escribiendo, pero llega un momento en el que tienes que cortar esas ligaduras y decirles: sal al mundo, ya no te necesito. ¡Es como independizar a un hijo! Los niños son esenciales en su historia… Déjeme decirle que los niños y, me atrevo a decir, los animales son parte esencial del mundo que describo. Los animales son muy mal tratados en el libro, y los niños no reciben un trato mucho mejor porque de alguna manera no son considerados seres humanos completos, y por tanto no se les trata con respeto, ni compresión ni afecto. Eso sí: están en una posición espléndida para contemplar el mundo porque sí son seres humanos, y sí tienen sentimientos… Sí, me gustan los niños de esta novela, es así como ellos miran el mundo, sus puntos de vista son los menos corruptos, los menos contaminados. Es casi doloroso: sigues a esos niños por las páginas del libro, te sientes triste por ellos, sufres por ellos y de pronto piensas: pero, ¿cómo pueden actuar de esta manera tan horrible? Lo sé, lo sé, son niños, pero eso no quiere decir que sean inocentes. Sobre todo Bashi, que es algo así como el tonto del pueblo. No quiero hacer de ellos ángeles, o convertirlos en bellísimos seres humanos, porque son capaces de hacer cosas horribles, como sus padres o sus vecinos. Aunque es más triste en su caso, al menos para mí. Aun a riesgo de parecer infantil, quiero preguntarle: ¿Ha llegado a entender cómo la gente puede ser tan mala? Por miedo, porque es parte de la naturaleza humana, por hambre de poder… No lo sé, pero sí sé que la gente puede ser terrible unos con otros y eso pasa una y otra vez. Volviendo a sus personajes, creo adivinar que, entre todos, el Maestro Gu es su favorito… Me siento muy cerca de él, era el único que tiene un sentido completo del mundo, tiene una educación occidental, lee a Kant, antes era un filósofo, un educador, conocía el mundo y la historia más que los demás… pero al final abandona. Es quizá lo más penoso del libro: ver a una persona como él, a un intelectual, rindiéndose. Y sí, me sentí muy cerca de él. De hecho, suelo decir que durante la escritura viví con todos los personajes pero viví en el Maestro Gu. A Las puertas del paraíso se agolpan los héroes, aunque todos son gente corriente… Quería explorar el concepto del heroísmo, porque nosotros crecimos en una cultura en la que héroes y heroínas eran muy respetados, todo el mundo quería ser un héroe. Y el sacrificio es una parte importante del ser héroe. Así que quería rascar la superficie de los héroes y las heroínas para ver cómo son realmente. Al mismo tiempo, aunque a los héroes se les atribuye la voluntad de cambiar las cosas, sus héroes son fatalistas… Mucha gente dice que soy una escritora fatalista, lo cual probablemente es cierto. Pero piense en esa gente, que vive esa vida, quiere amar, tener familia, desarrollar sus carreras… Y siempre hay un poder superior que los maneja, que marca su suerte, algo de lo que a veces no se dan cuenta hasta que son movidos de un sitio a otro. Sí, es una visión del mundo muy fatalista. En todo este tiempo, ¿ha vuelto a China? Sí, he vuelto. ¿Leen allí sus libros? ¿Qué le dicen? No hay traducciones, aunque se pueden adquirir las ediciones inglesas y estadounidenses de mis libros. Y la reacción no es muy positiva, tienden a ser negativos porque creen que los trapos sucios hay que lavarlos en casa. La gente es muy sensible, se puede herir sus sentimientos muy fácilmente… El mundo que usted nos describe, ¿pervive? Hay cambios, por supuesto, el libro está ambientado en los 70 del siglo pasado. Pero tiendo a creer que los cambios son superficiales. Sí, las ciudades tienen nuevas calles, rascacielos, más gente, algunas cosas van mejor, pero si miras debajo de la superficie la gente es la misma, los seres humanos evolucionan más lentamente. A mí me gustan los autores rusos, y si lees a Dostoieveski y sabes lo que pasó después en la Rusia soviética te das cuenta de que las cosas no cambian tanto, 200 años antes o 20 después… Sabía que le gustaban los rusos porque en alguna ocasión ha dicho que escribe para hablar con los grandes escritores, con Tolstói y Chéjov… Dos grandes maestros para mí. Y sí, escribo para hablar con ellos, porque esa es la parte divertida de escribir. Además, la han comparado o relacionado con Pamuk y Coetzee… No creo estar relacionada con ellos, pero veo la influencia. Quizá más por Coetzee porque me gusta su trabajo. Pamuk también, y está en la frontera entre el Este y el Oeste… Es un llamativo fenómeno, el de los muchos escritores chinos escribiendo sobre China desde fuera de China… He de decir que no los conozco personalmente; bueno, he conocido a alguno pero no tenemos una relación como para decir: somos una generación. Porque yo no pienso en mí misma como en una escritora china viviendo en el Oeste, o como una emigrante… Creo que esas clasificaciones no me afectan. Venimos del mismo sitio, y escribimos sobre China… pero de maneras diferentes. Tengo entendido que está trabajando en una segunda novela, y que también está ambientada en China. Parcialmente. Una parte en China y la otra parte yo diría que en el mundo. ¿Se siente preparada para escribir una novela ambientada en los EE UU? ¿Por qué no? Si hay algo que me fascina no me importa donde esté: en Irlanda, Estados Unidos, España o China. Lo único que necesito es saber de qué estoy hablando. Y ahora ya conozco Estados Unidos realmente bien. En cierto modo, volvemos al principio: escribir para explicar, y para entender. Algunos dirán que para eso están los libros de historia… Los libros de historia son sobre todo sobre estadísticas, no van a la mente de las personas, ni a la vida concreta de las personas concretas. Sin embargo, la narrativa puede ser muy fuerte mostrando la vida individual, y para mí esa es la belleza de la narrativa, que llegas a conocer a esa gente, a la que no puedes conocer en los libros de historia. Alguien dijo que la única patria es la infancia. Quizá por eso vuelve siempre a su país natal… ¿Sabe? En los últimos años he sufrido un cambio. Durante un tiempo no hacía más que decir: “volvamos a China”, porque siempre quieres volver a ver a los tuyos. En algún momento, eso pasó a ser: vamos a China… pero volvamos a Estados Unidos, y volver a América ya era volver a casa. Ahora no me siento atada a ningún sitio hasta el punto de pensar que nunca lo abandonaría. Podría vivir en cualquier lugar, y de hecho no me importaría hacerlo... Precisamente, el título original de su novela es The Vagrants , los vagabundos… Y en el libro hay dos vagabundos. ¿Son ellos, los del título? Hay una pareja, los Hua, que son los vagabundos oficiales. Pero en realidad cuando lo puse pensaba en todos ellos, porque los personajes del libro no están asentados, están como flotando en este lugar.

lunes, 19 de agosto de 2013

Ann Hui, una directora de Hong Kong

Entrevista a la directora de cine hongkonesa Ann Hui julio 12, 2011

 En su primera edición el Casa Asia Film Week rindió homenaje a una de las directoras asiáticas más reputadas, perteneciente a la Nueva Ola de Cine de Hong Kong. Nos referimos a la directora china Ann Hui. Ann Hui, nacida en el norte de China y de madre japonesa, es una de las realizadoras más representativas del cine de Hong Kong. Pertenece a la Nueva Ola (que eclosiona a finales de los años setenta), ingeniosamente definida por el cineasta Allen Fong como una “generación que tuvo suerte”: nacida tras la guerra, en un periodo de auge cultural y económico, alimentados de cine (la única diversión de la época), y los primeros en estudiar cine en el extranjero y en aprovecharse del desarrollo de la televisión. Tuvimos la oportunidad de conversar con ella tras la rueda de prensa que ofreció en Casa Asia. Os dejamos con sus respuestas. 

CineAsia: Cuando se plantea hacer una película, ¿el objetivo máximo que tiene es crear un espacio de libertad, que el público se identifique y algo pueda cambiar a mejor? 

 Ann Hui: No tengo una intención vocacional con mis películas; sin embargo a mí sí que otros films que considero muy importantes me han hecho cambiar mi visión respecto a la vida. Lo único que intento es explicar con sinceridad un hecho cotidiano. No es lo que yo espero que pase con mis películas aunque sería estupendo que sucediera. 

ineAsia: Entonces, una película como All About Love ¿no está concebida para que el público reflexione acerca de temas como la bisexualidad o la homosexualidad?

 Ann Hui: En este caso particular sí que existe un poco de intención, porque siempre hay una barrera con el tema de la homosexualidad, aunque yo quería dar una visión más intelectual del asunto, algo más contundente. 

CineAsia: En Hong Kong, ¿qué tipo de público suele acudir a ver las películas de Ann Hui? 

 Ann Hui: Es curioso, porque cuando voy por la calle encuentro muchísima gente que me dice “soy fan tuyo”, pero luego esto no se refleja en la taquilla. 

CineAsia: ¿Puede ser porque la gente de clases sociales más bajas no tiene tanto poder adquisitivo para poder ir al cine y los dramas sociales que representa reflejan precisamente a este tipo de personas? 

Ann Hui: Ahora resulta más difícil valorar el tipo de público que ve mis películas porque antes se tenía que ir al cine y en cambio ahora gracias al dvd y a las descargas que se realizan mucha gente lo ve en su casa. 

CineAsia: ¿De todas las películas que ha rodado, cuál ha sido la que más dificultades le ha creado a nivel general? Ann Hui: En 1986 rodé una película de kung-fu llamada The Romance of Book and Sword que supuso un trabajo muy duro de documentación, sobre todo lo relativo a la dinastía Quing. Además tuve muchos problemas con la financiación porque debido a los fastuosos vestuarios de época me pasé del presupuesto. 

CineAsia: ¿Por qué muchos directores chinos coetáneos a usted no han tenido la oportunidad de realizar películas en Hong Kong? Ann Hui: Es muy difícil rodar en Hong Kong porque no hay presupuestos, y si se realiza una inversión es muy difícil llegar a recuperarla. Si las películas no se proyectan después en China es como un proyecto a fondo perdido. 

CineAsia: A la hora de escoger los títulos de sus películas, ¿éstos ya se eligen a priori desde el guión o bien se le ocurren a posteriori durante los rodajes? Ann Hui: Normalmente, en primer lugar tengo la idea y después surge el título, excepto cuando realizo adaptaciones de novelas. 
Cineasia: ¿A qué directores chinos o taiwaneses actuales no debemos perderles la pista? 
 Ann Hui: A parte de los grandes nombres que ya son conocidos, hay varios directores jóvenes como por ejemplo Cheng Yu-Chieh, un director de tan sólo treinta años que escribe sus propios guiones y realiza un tipo de cine muy maduro para lo joven que es. Su película más destacada es Yang Yang. En cuanto a las directoras, me gusta mucho el cine de Barbara Wong, con películas como Perfect Wedding o Break Up Club. 
CineAsia: ¿Cuándo comenzó Ann Hui a interesarse por el mundo del cine? 

Ann Hui: Mis primeras memorias son las de ir con mi tía cuando tenía cinco años a ver Rebeca de Alfred Hitchcock, sobretodo recuerdo al ama de llaves. Más tarde en mis años de universidad fue cuando cobré conciencia de que quería hacer cine, por lo que decidí apuntarme a la Escuela de Cine en Londres. 
CineAsia: Para alguien que no conozca su cine, ¿cómo describiría sus películas? 

Ann Hui: Mi cine es un cine muy ecléctico. He trabajado en tantos campos que es muy difícil definirlo. Al principio de mi carrera siempre estaba sujeta a las dificultades de la financiación y ya con el tiempo comencé a hacer este tipo de cine donde se amalgaman varias tendencias, un cine que no es puro, no es de género, sino que está compuesto de diferentes elementos, aunque algunas de mis primeras películas sí que eran más homogéneas en ese sentido. Por nuestro colaborador Francisco Nieto