martes, 26 de noviembre de 2013

La talla 38 occidental vista por una mujer feminista árabe

La talla 38 occidental vista por una mujer feminista árabe

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octubre 2, 2013 por ofeliaeol
Tánger a la vista, toca hacer la maleta. Acción a la que sigue la pregunta: ¿qué llevas para vestir allí en Marruecos? Respuesta: mi ropa. Con que sea de mi talla, tanto a mi cuerpo como a las y los marroquís, creo que les parecerá  una vestimenta extranjera correcta.
Este pequeño dialogo pre-viaje me lleva a recordar con una sonrisa la experiencia vestimentaria de la genial Fatema Mernissi, como mujer feminista árabe, en Occidente y no me resisto a compartirlo. ¡Ahí va dicha experiencia y su reflexiva visión de nuestra talla 38!
El harén de las mujeres occidentales es la talla 38
“Mientras intentaba encontrar, sin éxito, una falda de algodón en unos grandes almacenes en Estados Unidos, oí por primera vez que mis caderas no iban a caber en la talla 38. A continuación viví la desagradable experiencia de comprobar cómo el estereotipo de belleza vigente en el mundo occidental puede herir psicológicamente y humillar a una mujer. Tanto, incluso, como la actitud de la policía pagada por el Estado para imponer el uso del velo, en países con regímenes extremistas como Irán, Afganistán o Arabia Saudí.
La elegante señorita del establecimiento me  miró de arriba abajo desde detrás del mostrador y, sin hacer el menor movimiento, sentenció que no tenía faldas de mi talla: ¡Es usted demasiado grande! – dijo.
- ¿Comparada con qué? – repliqué.
- Pues con la talla 38. Lo normal es una 36 o una 38. Las tallas grandes, como la que usted necesita, puede encontrarlas en tiendas especiales.
Era la primera vez que me decían semejante estupidez respecto a mi talla.
- Y ¿se puede saber quién establece  lo que es normal y lo que no? – pregunté a la dependienta como queriendo recuperar algo de mi seguridad si ponía a prueba las reglas establecidas. – ¿Quién ha dicho que todo el mundo deba tener la talla 38? – bromeé, sin mencionar la talla 36, que es la que usa mi sobrina de doce años, delgadísima.
- La norma está presente en todas partes, querida mía. En las revistas, en los anuncios. Es imposible no verlo. Si aquí se vendiera la talla 46 ó 48, que son probablemente las que usted necesita, nos iríamos a la bancarrota. Pero ¿en qué mundo vive usted, señora? Lo siento, pero no puedo ayudarla, de verdad.
-  Pues vengo de un país donde no existen las tallas en la ropa de mujer – repliqué-. Yo misma me compro la tela, y la costurera del barrio o un artesano me hacen la falda que le pido a medida. De hecho, si quiere que le diga la verdad, no tengo ni idea de qué talla uso.
- ¿Quiere usted decir que no vigila su peso? – me preguntó con cierta incredulidad.”
Fatema Mernissi a partir de esta experiencia reflexiona sobre nuestra violencia simbólica en el último capítulo de su obra “El harén en Occidente”, uno de esos pequeños grandes libros de obligada lectura.
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“Retrato de Ana Ajmatova” de Nathan Altman.
Fatema concluye que “a diferencia del hombre musulmán, que establece su dominación por medio del uso del espacio (excluyendo a la mujer de la arena pública), el occidental manipula el tiempo y la luz. Este último afirma que la mujer es bella cuando aparenta catorce años y al dar el máximo de importancia a esa imagen de niña y fijarla en la iconografía como ideal de belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura”. Mernissi añade que no se ataca directamente la edad, sino que se enmascara como opción estética. “En efecto, en aquella tienda no solo me sentí repentinamente horrorosa, sino también inútil. Mientras los ayatolás consideran a la mujer según el uso que haga del velo, en Occidente son sus caderas orondas las que la señalan y marginan… El objetivo es el mismo en ambos casos.” Prosigue: “el poder del hombre occidental reside en dictar cómo debe vestirse la  mujer y qué aspecto debe tener. Es el hombre quien controla la industria de la moda, desde la cosmética hasta la ropa interior. Me di cuenta de que Occidente es la única parte del mundo donde las cuestiones de la moda femenina son un negocio dirigido por hombres. En países como Marruecos la moda es cosa de mujeres.”
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Serie “Harem” de Lalla Essaydi.
Esta es la visión acerca de la violencia simbólica occidental para una mujer árabe culta como Fatema Mernissi. Una visión que personalmente me impactó cuando la leí por primera vez, en tanto que como mujer occidental era la primera vez que sentía sobre mi cultura patriarcal la mirada crítica de una persona de origen árabe, una mirada feminista y taninflexible como nuestras miradas cotidianas al uso del velo y otras costumbres de la cultura patriarcal árabe. Fue un choque enriquecedor.  Verse a través de los ojos de “el otro” siempre lo es.
El fragmento que aquí he reproducido, resumido, su autora lo vivió y escribió hace más de una década, sin embargo no parece tan lejano. Por el contrario, resulta muy actual tanto en las cuestiones que aborda acerca del control sobre la mujer en occidente como aquellas relativas al mundo árabe. lalla-essaydi-3Cierto que, a distintos ritmos, se están produciendo avances positivos en ambos hemisferios, pero es un hecho que son lentos y que situaciones como las que vivió la escritora marroquí en aquella tienda estadounidense a finales de los 90, actualmente siguen presentes en nuestro día a día femenino.
Una de las últimas exclamaciones de Fatema Mernissi en este pasaje es: “¡Qué espanto si a los fundamentalistas les diera por imponer no solo el velo, sino también la talla 38!” Añado: ¡qué espanto si a los gurús de la moda occidental les diera por enmascarar de opción estética no solo la talla 38, sino también el velo! Doble e igual espanto si como mujeres de una cultura u otra, culquiera de ellas no son nuestra real, consciente y libre elección.
Fatema MernissiFatema Mernissi, nacida en Fez en 1940, estudió Ciencias Políticas y fue becada por la Sorbona para un doctorado en la universidad de Brandeis, Estados Unidos. Historiadora, ensayista, doctora en sociología y profesora en la Universidad Mohamed V de Rabat. También ha sido asesora de varios organismos como la UNESCO o la BIT. Es una de las intelectuales marroquíes más conocidas en Europa, destacando por su defensa de los derechos de la mujer y por ser una autoridad mundial en estudios de El Corán, así como por el estudio del impacto de las nuevas tecnologías en el mundo islámico.
Mernissi defiende un concepto humanista donde las mujeres tienen que asumir su papel luchando con la palabra, el arma principal para lograr la igualdad, y un enfoque por la lucha por los derechos humanos y la revolución a través de la mejora de las habilidades de comunicación.
En 2003 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, junto a Susan Sontag.
 Fuente: El Harén en Occidente, de Fatema Mernissi, 2000. 

lunes, 25 de noviembre de 2013

Las hijas de Lilith



No te trajo a este mundo
la costilla de un hombre.
No dio vida a tu barro
el aliento de dioses.
Tú has nacido del vientre
de una mujer despierta
que navega en el tiempo
dando a luz primaveras.

La manzana mordiste.
No me diste a probar.
Abriendo tu camino
cual torrente ancestral.
No eres ángel celeste
sumiso o redentor
ni el diablo que arrastra
al fuego al pecador.

No vas a llorar conmigo,
ni elevarte a las alturas,
no soy tu media naranja,
eres fruta entera y madura,
eres la duda que quema,
olor a tierra mojada
tras la lluvia que trajo el verano
en el que ardió mi atalaya.
No quieres mi luz ni mi consuelo,
eres la herida encarnada.
Hija de Artemisa y de Lilith,
quizá regreses al alba.

Tú no esperas mi regreso
tejiendo tristes sudarios.
No he de buscar detrás de mí,
pues yo camino a tu lado.
Eres la luna radiante
a la que aúllan los lobos,
la que mecen las mareas,
la que veneran los locos.

No vas a llorar conmigo,
no soy tu media naranja,
eres la duda que quema,
quizá regreses al alba.
Hija de Artemisa y de Lilith,
quizá regreses al alba.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Xinran Xue, una escritora china muyi nteresante




Las voces del silencio

LA PERIODISTA XINRAN XUE PUBLICA 'NACER MUJER EN CHINA'


ROSA MORA 9 MAR 2003

Muy estimada Xinran:


Te escribo para contarte un secreto. No es realmente un secreto, porque todo el mundo en la aldea lo sabe. En la aldea hay un anciano lisiado de 60 años que recientemente compró una joven esposa. La muchacha parece muy joven. Creo que la han secuestrado. Ocurre con cierta frecuencia por aquí, pero muchas de las chicas suelen escaparse más tarde. El anciano teme que su esposa se escape y la tiene atada con una cadena de hierro. Su cintura está en carne viva por la pesada cadena: la sangre se ha filtrado a través de sus ropas. Creo que eso la matará. Por favor, sálvala". Esta carta llegó, en 1989, al programa radiofónico Palabra en la brisa nocturna, que Xinran Xue dirigió y presentó en Nanging (China) entre 1989 y 1997.


"El anciano teme que su mujer se escape y la tiene atada con una cadena de hierro. Su cintura está en carne viva por la pesada cadena: la sangre se ha filtrado a través de sus ropas"
Poco tiempo después, una pareja de ancianos se presentó en la emisora, acusaron a Xinran de asesina y le dejaron la nota de suicidio de su única hija: "Querida Xinran: ¿Por qué no contestaste a mi carta? ¿Acaso no te diste cuenta de que tenía que decidirme por la vida o la muerte? Lo amo, pero jamás hice nada malo. Jamás tocó mi cuerpo, pero un vecino lo vio besándome la frente y le contó a todo aquel que quiso escucharle que yo era una mala mujer. Mi padre y mi madre están muy avergonzados. Quiero mucho a mis padres. Desde que era pequeña, mi mayor deseo fue que se sintieran orgullosos de mí, contentos de tener una hija inteligente y bonita en lugar de sentirse inferiores por no tener un hijo".


Xiao Yu, éste era su nombre, tenía 19 años cuando se suicidó. Xinran recibió su carta tres semanas después. No pudo hacer nada, excepto sentirse destrozada por la tragedia.


En el caso de la joven esposa comprada -una niña de 12 años-, sí consiguió que la liberaran. Nadie la felicitó; al contrario, fue acusada de pescar en aguas revueltas y de incitar a la gente.


Llamadas en directo


Fue duro, pero Xinran Xue (Pekín, 1958) se comprometió consigo misma a llevar adelante su programa, a dar voz a las mujeres silenciadas. Primero organizó un pequeño consultorio de 10 minutos, luego logró que le permitieran recibir llamadas en directo. A lo largo de ocho años entrevistó a más de 200 mujeres y recogió muchísimos testimonios. Algunos de ellos los ha reunidoen el libro Nacer mujer en China. Las voces silenciadas (Emecé y Edicions 62 en catalán).


Cuenta Xinran, que pasó por Barcelona para presentarlo, que no pudo escribirlo hasta abandonar China para instalarse en Londres. "Después de ocho años no podía más. Tenía insomnio y problemas de salud. Pensé que era el mejor momento para irme de China, tenía que conocerme a mí misma y quería aprender de las vidas de otras mujeres. Además, estaba la educación de mi hijo, que tenía entonces nueve años. Quería que se educase de otra manera".


Nacer mujer en China es un libro conmovedor. Cuántas atrocidades cuenta, cuánto dolor.


Hongxue escribió cuando tenía 17 años: "Es una buena edad para morir". Desde los 11, desde el día que tuvo su primera regla, su padre abusó de ella. "Tendrás que aguantarlo por la seguridad de toda la familia", le dijo su madre. Hongxue acabó en el hospital, se autolesionó para que no la devolvieran a casa. Adoptó una "mosca bebé", la cuidaba y la sacaba a pasear. Capturó a una mosca adulta y cuando murió se la colocó en una herida que se había provocado. Falleció de una septicemia.



Shilin, hija de un general del Kuomintang (partido nacionalista chino, que fue derrotado por Mao), fue recogida por una joven tía cuando la familia se exilió. La hizo pasar por hija suya, pero los Escoltas Rojas la acosaron por haber "nacido fuera del matrimonio". Sufrió un shock que le hizo perder la mente.


Su hermana, su cuñado y los padres de éste fueron encarcelados y ella enviada a reeducarse a un pueblo de la montaña. Muchos años después de la Revolución Cultural (1966-1976), su hermana la pudo encontrar. Tenía mordeduras en el torso, un pezón desgarrado, los labios vaginales arrancados, el cuello y las paredes del útero arrancadas, le extrajeron incluso una ramita. Se volvió loca.


Yingsi y Gu Da se enamoraron en la universidad, pero la revolución los separó. Cuando ella logró encontrarlo 40 años después, estaba casado.


Hua'er, hija de padres japoneses acusados de ser esbirros del capitalismo, fue violada repetidamente cuando acudía al grupo de estudios de la Guardia Roja...


Son testimonios estremecedores. "Yo empecé mi programa años después de que se iniciara un lento proceso de apertura [en 1983, por Deng Xiaoping], pero no creo que estas cosas tan terribles pasaran sólo durante la Revolución Cultural", dice Xinran. "Viene de la tradición más antigua. Durante la revolución, tal como pasa en tiempos de guerra, se tambalea toda la sociedad y los hombres malos tienen la oportunidad de abusar de las mujeres".


Para Xinran, uno de los problemas terribles que hay en China es la falta de educación sexual. "No se habla de sexo, no hay libertad de relaciones, no hay prensa independiente, toda la información viene del Estado. Para los hombres es más fácil tener oportunidades, pero para ellas es muy difícil".


Xinran opina que "los hombres son sexualmente más activos". "Durante mucho tiempo no han tenido un modo correcto de expresarlo. Es difícil juzgar, decir sin son buenos o malos, lo que pasa es que la mujer sufre más".


Salir de China y ver mundo ha convencido a Xinran de que las mujeres tienen problemas en todas partes. "En 1995 pregunté en la radio a los hombres que cuántas buenas mujeres habían conocido. El 99% de los que contestaron dijeron que nunca habían conocido a una buena mujer. Me impresionó mucho y pensé que quizá el problema no era de las mujeres, sino de los hombres".

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La misma visión masculina
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El año pasado, Xinran viajó a 14 países para promocionar su libro (ha sido traducido a 24 idiomas). "Pude preguntar a los hombres de esos lugares lo mismo y contestaron igual: las buenas mujeres tienen hijos varones, no trabajan y cuidan de la familia y de la casa".


¿Cómo ha de ser una buena mujer? "No puede perder jamás los nervios; tiene que ser siempre muy muy suave; ha de ser muy buena en la cama y, además, muy guapa, y, en China, aunque tenga todas esas virtudes, si no tiene un hijo varón no sirven de nada. ¿Cuántas mujeres pueden encajar en eso? Si te esfuerzas toda la vida y eres buena, pero no tienes el hijo varón, no serás una buena mujer. Por eso hay tanta infelicidad, por eso hay tantas historias de amor dramáticas".


La escritora no se conforma con su libro y aporta, además, datos sobre la mujer en China aparecidos en la publicación británica The Lancet: de 1995 a 1999, uno de cada cinco chinos que murieron entre los 15 y los 34 años se suicidó, y el 25% de los suicidas eran mujeres.


Xinran entrevistó para su programa a una universitaria, Xiao Yu, que le planteó tres preguntas para que las difundiera por la radio: ¿Qué filosofía tienen las mujeres chinas? ¿Qué es la felicidad para las mujeres? ¿Qué es lo que convierte a una mujer en una buena esposa?


"Todavía no he encontrado la respuesta. Antes de estrenar el programa, en 1989, creía que conocía a las mujeres de mi país; al fin y al cabo yo soy una mujer china y mi madre también, pero cuando empecé a recibir cartas y después de ocho años ya no lo sé en absoluto. Las experiencias que recojo son como una gota, no puedo explicar un océano tan grande como es China, pero algo sí he hecho. Creo que las chinas tienen una gran riqueza emocional y, aunque no hablen, lo importante es que mantienen sus voces y algunas las he reunido en este libro".


La niña a la que le cortaron las trenzas pequeñoburguesas


XINRAN XUE NO HA TENIDO UNA VIDA FÁCIL. "Prácticamente no experimenté ni la juventud ni la belleza", cuenta en Nacer mujer en China. A los 20 años creía que por un beso se podía quedar embarazada y no besó por primera vez hasta los 30. Fue enviada a vivir con su abuela cuando tenía un mes. Su madre procedía de una rica familia de Nanging y a los 14 años se apuntó a la Liga Juvenil Comunista. A los 16, al Ejército Rojo. A principio de los cincuenta, en una purga, fue "relegada a la clase negra de descendientes de capitalistas".

Xinran fue a vivir con sus padres cuando tenía 10 años. A los pocos días de estar con ellos, su casa fue registrada por los Guardias Rojos. Su padre fue encarcelado por ser "un representante del feudalismo, del capitalismo y del revisionismo". Quemaron libros, muebles, objetos artísticos, juguetes. A Xinran le cortaron las trenzas porque "era un peinado pequeñoburgués". "Estaba muy orgullosa de mi pelo, me llegaba casi hasta los tobillos, y lo llevaba trenzado, con lazos".

Su madre fue detenida poco después, y Xinran y su hermano fueron enviados a un orfanato para hijos de padres en prisión, en el que pasaron cinco años. "Fue muy difícil. Era como una cárcel. Nuestros padres tenían un pasado negro y habíamos perdido los derechos humanos. Teníamos prohibido hablar con otra gente o jugar. Todavía sueño con ello, tengo pesadillas, me despierto y no puedo volver a dormir".


Xinran sólo vivió tres años con sus padres. "Mi madre empezó a hablar conmigo el año pasado, cuando viajé a China. Le pregunté si era feliz. 'Si has comprendido la vida que hemos pasado no deberías hacer esta pregunta. Ya sabes la respuesta', me contestó. Por el lenguaje corporal sé que tiene una presión muy fuerte en la cabeza, un gran dolor. Intentó durante toda su vida salir de las sombras, pero nadie la escuchó". Sin embargo, en 2002 se pintó por primera vez los labios en más de 50 años, para conocer al novio inglés de su hija.

Xinran trabaja en la Facultad de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. Su hijo PanPan, de 15 años ahora, ha leído su libro y le ha gustado. "Antes de leerlo no quería hablar conmigo. Después me dijo: 'Realmente has escrito un buen libro'. Me hace muchas preguntas sobre China, hablamos, somos amigos. El pasado fin de curso fui a su escuela y me presentó a cuatro de sus compañeros. También habían hablado entre ellos de Nacer mujer en China. Me dijeron: 'bien hecho'. Fue gracioso, pero me conmovió. Pensaba que a esa edad no podían entender esas cosas. Me equivoqué".