viernes, 28 de febrero de 2014

Chimanada Adichié el peligro de contar la historia única


http://www.ted.com/talks/lang/es/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story.html
 Cuento historias. Y me gustaría contarles algunas historias personales sobre lo que llamo "el peligro de una sola historia". Crecí en un campus universitario al este de Nigeria. Mi madre dice que comencé a leer a los dos años, creo que más bien fue a los cuatro años, a decir verdad. Fui una lectora precoz y lo que leía eran libros infantiles ingleses y estadounidenses. También fui una escritora precoz. Cuando comencé a escribir, a los siete años, cuentos a lápiz con ilustraciones de crayón, que mi pobre madre tenía que leer, escribí el mismo tipo de historias que leía. Todos mis personajes eran blancos y de ojos azules, que jugaban en la nieve, comían manzanas y hablaban mucho del clima, qué lindo era cuando el sol había salido. (Risas) Esto a pesar de que vivía en Nigeria y nunca había salido de Nigeria. No teníamos nieve, comíamos mangos y nunca hablábamos sobre el clima porque no era necesario. Mis personajes bebían cerveza de jengibre porque los personajes de los libros que leía, bebían cerveza de jengibre. No importaba que yo no supiera qué era. (Risas) Muchos años después, sentí un gran deseo de probar la cerveza de jengibre; pero esa es otra historia. Creo que esto demuestra, creo, cuán vulnerables e influenciables somos ante una historia, especialmente en nuestra infancia. Porque yo sólo leía libros donde los personajes eran extranjeros, estaba convencida de que los libros, por naturaleza, debían tener extranjeros, y narrar cosas con las que yo no podía identificarme. Todo cambió cuando descubrí los libros africanos. No había muchos disponibles y no eran fáciles de encontrar como los libros extranjeros. Gracias a autores como Chinua Achebe y Camara Laye mi percepción mental de la literatura cambió. Me dí cuenta que personas como yo, niñas con piel color chocolate, cuyo cabello rizado no se podía atar en colas de caballo, también podían existir en la literatura. Comencé a escribir sobre cosas que reconocía. Yo amaba los libros ingleses y estadounidenses que leí, avivaron mi imaginación y me abrieron nuevos mundos; pero la consecuencia involuntaria fue que no sabía que personas como yo podían existir en la literatura. Mi descubrimiento de los escritores africanos me salvaron de conocer una sola historia sobre qué son los libros. Mi familia es nigeriana, convencional de clase media. Mi padre fue profesor, mi madre fue administradora y teníamos, como era costumbre, personal doméstico de pueblos cercanos. Cuando cumplí ocho años, un nuevo criado vino a casa, Su nombre era Fide. Lo único que mi madre nos contaba de él era que su familia era muy pobre. Mi madre enviaba batatas y arroz, y nuestra ropa vieja, a su familia. Cuando no me acababa mi cena, mi madre decía "¡Come! ¿No sabes que la familia de Fide no tiene nada?" Yo sentía gran lástima por la familia de Fide. Un sábado, fuimos a visitarlo a su pueblo, su madre nos mostró una bella cesta de rafia teñida hecha por su hermano. Estaba sorprendida, pues no creía que alguien de su familia pudiera hacer algo. Lo único que sabía es que eran muy pobres y era imposible verlos como algo más que pobres. Su pobreza era mi única historia sobre ellos. Años después, pensé sobre esto cuando dejé Nigeria para ir a la universidad en Estados Unidos. Tenía 19 años. Había impactado a mi compañera de cuarto estadounidense, preguntó dónde había aprendido a hablar inglés tan bien y estaba confundida cuando le dije que en Nigeria el idioma oficial resultaba ser el inglés. Me preguntó si podría escuchar mi "música tribal" y se mostró por tanto muy decepcionada cuando le mostré mi cinta de Mariah Carey. (Risas) Ella pensaba que yo no sabía usar una estufa. Me impresionó que ella sintiera lástima por mí incluso antes de conocerme. Su posición por omisión ante mí, como africana, se reducía a una lástima condescendiente. Mi compañera conocía una sola historia de África, una única historia de catástrofe; en esta única historia, no era posible que los africanos se parecieran a ella de ninguna forma, no había posibilidad de sentimientos más complejos que lástima, no había posibilidad de una conexión como iguales. Debo decir que antes de ir a Estado Unidos, yo no me identificaba como africana. Pero allá, cuando mencionaban a África, me hacían preguntas, no importaba que yo no supiera nada sobre países como Namibia; sin embargo llegué a abrazar esta nueva identidad y ahora pienso en mí misma como africana. Aunque aún me molesta cuando se refieren a África como un país. Un ejemplo reciente fue mi, de otra forma, maravilloso vuelo desde Lagos, hace dos días, donde hicieron un anuncio durante el vuelo de Virgin sobre trabajos de caridad en "India, África y otros países". (Risas) Así que después de vivir unos años en Estado Unidos como africana, comencé a entender la reacción de mi compañera. Si yo no hubiera crecido en Nigeria y si mi impresión de África procediera de las imágenes populares, también creería que África es un lugar de hermosos paisajes y animales, y gente incomprensible, que libran guerras sin sentido y mueren de pobreza y SIDA, incapaces de hablar por sí mismos, esperando ser salvados por un extranjero blanco y gentil. Yo veía a los africanos de la misma forma en que, como niña, vi la familia de Fide. Creo que esta historia única de África procede de la literatura occidental. Esta es una cita tomada de los escritos de un comerciante londinense, John Locke, que zarpó hacia África Occidental en 1561 y escribió un fascinante relato sobre su viaje. Después de referirse a los africanos negros como "bestias sin casas", escribió: "Tampoco tienen cabezas, tienen la boca y los ojos en sus pechos". Me río cada vez que leo esto y hay que admirar la imaginación de John Locke. Pero lo importante es que representa el comienzo de una tradición de historias sobre africanos en Occidente, donde el África Subsahariana es lugar de negativos, de diferencia, de oscuridad. de personas que, como dijo el gran poeta Rudyard Kipling, son "mitad demonios, mitad niños". Comencé a entender a mi compañera estadounidense, que durante su vida debió ver y escuchar diferentes versiones de esta única historia, al igual que un profesor, quien dijo que mi novela no era "auténticamente africana". Yo reconocía que había varios defectos en la novela, que había fallado en algunas partes, pero no imaginaba que había fracasado en lograr algo llamado autenticidad africana. De hecho, yo no sabía qué era la autenticidad africana. El profesor dijo que mis personajes se parecían demasiado a él, un hombre educado, de clase media. Mis personajes conducían vehículos, no morían de hambre; entonces, no eran auténticamente africanos. Debo añadir que yo también soy cómplice de esta cuestión de la historia única. Hace unos años, viajé de Estados Unidos a México. El clima político en Estados Unidos entonces era tenso, había debates sobre la inmigración. Y como suele ocurrir en Estados Unidos, la inmigración se convirtió en sinónimo de mexicanos. Había un sinfín de historias de mexicanos como gente que saqueaba el sistema de salud, escabulléndose por la frontera, que eran arrestados en la frontera, cosas así. Recuerdo una caminata en mi primer día en Guadalajara mirando a la gente ir al trabajo, amasando tortillas en el mercado, fumando, riendo. Recuerdo que primero me sentí un poco sorprendida y luego me embargó la vergüenza. Me di cuenta que había estado tan inmersa en la cobertura mediática sobre los mexicanos que se habían convertido en una sola cosa, el inmigrante abyecto. Había creído en la historia única sobre los mexicanos y no podía estar más avergonzada de mí. Es así como creamos la historia única, mostramos a un pueblo como una cosa, una sola cosa, una y otra vez, hasta que se convierte en eso. Es imposible hablar sobre la historia única sin hablar del poder. Hay una palabra del idioma igbo, que recuerdo cada vez que pienso sobre las estructuras de poder en el mundo y es "nkali", es un sustantivo cuya traducción es "ser más grande que el otro". Al igual que nuestros mundos económicos y políticos, las historias también se definen por el principio de nkali. Cómo se cuentan, quién las cuenta cuándo se cuentan, cuántas historias son contadas en verdad depende del poder. El poder es la capacidad no sólo de contar la historia del otro, sino de hacer que esa sea la historia definitiva. El poeta palestino Mourid Barghouti escribió que si se pretende despojar a un pueblo la forma más simple es contar su historia y comenzar con "en segundo lugar". Si comenzamos la historia con las flechas de los pueblos nativos americanos, y no con la llegada de los ingleses, tendremos una historia totalmente diferente. Si comenzamos la historia con el fracaso del estado africano, y no con la creación colonial del estado africano, tendremos una historia completamente diferente. Hace poco di una conferencia en una universidad donde un estudiante me dijo que era una lástima que los hombres de Nigeria fueran abusadores como el personaje del padre en mi novela. Le dije que acababa de leer una novela llamada "Psicópata Americano". (Risas) y era una verdadera lástima que los jóvenes estadounidenses fueran asesinos en serie. (Risas) (Aplausos) Obviamente, estaba algo molesta cuando dije eso. (Risas) Jamás se me habría ocurrido que sólo por haber leído una novela donde un personaje es un asesino en serie de alguna forma él era una representación de todos los estadounidenses. Ahora, no es porque yo sea mejor persona que ese estudiante, sino que, debido al poder económico y cultural de Estados Unidos, yo había escuchado muchas historias sobre Estados Unidos Leí a Tyler y Updike, Steinbeck y Gaitskill, no tenía una única historia de Estados Unidos. Hace años, cuando supe que se esperaba que los escritores tuvieran infancias infelices para ser exitosos, comencé a pensar sobre cómo podría inventar cosas horribles que mis padres me habían hecho. (Risas) Pero la verdad es que tuve una infancia muy feliz, llena de risas y amor, en una familia muy unida. Pero también tuve abuelos que murieron en campos de refugiados, mi prima Polle murió por falta de atención médica, mi amiga Okoloma murió en un accidente de avión porque los camiones de bomberos no tenían agua. Crecí bajo regímenes militares represivos que daban poco valor a la educación, por lo que mis padres a veces no recibían sus salarios. En mi infancia, vi la jalea desaparecer del desayuno, luego la margarina, después el pan se hizo muy costoso, luego se racionó la leche; pero sobre todo un miedo político generalizado invadió nuestras vidas. Todas estas historias me hacen quien soy, pero si insistimos sólo en lo negativo sería simplificar mi experiencia, y omitir muchas otras historias que me formaron. La historia única crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos sino que son incompletos. Hacen de una sola historia la única historia. Es cierto que África es un continente lleno de catástrofes, hay catástrofes inmensas como las violaciones en el Congo y las hay deprimentes, como el hecho de que hay 5 mil candidatos por cada vacante laboral en Nigeria. Pero hay otras historias que no son sobre catástrofes y es igualmente importante hablar sobre ellas. Siempre he pensado que es imposible compenetrarse con un lugar o una persona sin entender todas las historias de ese lugar o esa persona. La consecuencia de la historia única es: que roba la dignidad de los pueblos, dificulta el reconocimiento de nuestra igualdad humana, enfatiza nuestras diferencias en vez de nuestras similitudes. ¿Qué hubiera sido si antes de mi viaje a México yo hubiese seguido los dos polos del debate sobre la inmigración, el de Estados Unidos y el de México? ¿Y si mi madre nos hubiera contado que la familia de Fide era pobre y trabajadora? ¿Y si tuviéramos una cadena de TV africana que transmitiera diversas historias africanas en todo el mundo? Es lo que el escritor nigeriano Chinua Achebe llama "un equilibrio de historias". ¿Y si mi compañera de cuarto conociera a mi editor nigeriano, Mukta Bakaray, un hombre extraordinario, que dejó su trabajo en un banco para ir tras sus sueños y fundar una editorial? Se decía comúnmente que los nigerianos no leen literatura, él no estaba de acuerdo, pensaba que las personas que podían leer, leerían si la literatura estuviera disponible y fuese asequible. Después de que publicó mi primera novela fui a una estación de TV en Lagos para una entrevista. Una mujer que trabajaba allí como mensajera me dijo: "Realmente me gustó tu novela, no me gustó el final; ahora debes escribir una secuela y esto es lo que pasará..." (Risas) Siguió contándome sobre qué escribiría en la secuela. Yo no sólo estaba encantada sino conmovida, estaba ante una mujer de las masas de nigerianos comunes, que no se suponían eran lectores. No sólo había leído el libro, se había adueñado de él y sentía que era justo contarme qué debería escribir en la secuela. ¿Y si mi compañera de cuarto conociera a mi amiga Fumi Onda, la valiente conductora de un programa de TV en Lagos, determinada a contarnos las historias que quisiéramos olvidar? ¿Si mi compañera de cuarto conociera la cirugía del corazón hecha en un hospital de Lagos la semana pasada? ¿Si conociera la música nigeriana contemporánea? Gente talentosa cantando en inglés y pidgin, en igbo, yoruba y ljo, mezclando influencias desde Jay-Z a Fela a Bob Marley hasta sus abuelos. ¿Y si conociera a la abogada que recientemente fue a la corte en Nigeria para cuestionar una ridícula ley que requería que las mujeres tuvieran la aprobación de sus esposos para renovar sus pasaportes? ¿Y si conociera Nollywood, lleno de gente creativa haciendo películas con grandes limitaciones técnicas? Estas películas son tan populares que son el mejor ejemplo de que los nigerianos consumen lo que producen. ¿Y si mi compañera de cuarto conociera a mi ambiciosa trenzadora de cabello, quien acaba de iniciar su negocio de extensiones capilares? O sobre el millón de nigerianos que comienzan negocios y a veces fracasan, pero siguen teniendo ambiciones? Cada vez que regreso a casa debo confrontar las causas de irritación usuales para los nigerianos: nuestra fallida infraestructura, nuestro fallido gobierno. Pero me encuentro con la increíble resistencia de un pueblo que prospera a pesar de su gobierno y no por causa de su gobierno. Dirijo talleres de escritura en Lagos cada verano y es impresionante ver cuánta gente se inscribe, cuántos quieren escribir, contar historias. Mi editor nigeriano y yo creamos un fondo sin fines de lucro llamado Fondo Farafina. Tenemos grandes sueños de construir bibliotecas reformar las bibliotecas existentes, y proveer de libros a las escuelas estatales que tiene sus bibliotecas vacías, y de organizar muchos talleres de lectura y escritura, para todos los que quieran contar nuestras muchas historias. Las historias importan. Muchas historias importan. Las historias se han usado para despojar y calumniar, pero las historias también pueden dar poder y humanizar. Las historias pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden reparar esa dignidad rota. La escritora estadounidense Alice Walker escribió esto sobre su familia sureña que se había mudado al norte. Les dio un libro sobre la vida sureña que dejaron atrás: "Estaban sentados, leyendo el libro, escuchándome leer y recuperamos una suerte de paraíso". Me gustaría terminar con este pensamiento: cuando rechazamos la historia única, cuando nos damos cuenta de que nunca hay una sola historia sobre ningún lugar, recuperamos una suerte de paraíso. Gracias. (Aplausos)

El hombre que acogió a tres mil chicos sin papales

El hombre que acogió a 3.000 chicos sin papeles

Por:  25 de febrero de 2014
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Mohamed, Quinto y Omar, tres de los chicos que ha acogido Jaime, en el salón de la casa. / Lola Hierro

Se llama Jaime Barrientos, aunque él se autodefine como "una especie de papá pitufo extraño". Es periodista y escritor, pero no se ha ganado una calle en Torrelodones, municipio de la sierra norte de Madrid, por esas labores. "Un día, un agente de la Guardia Civil me dijo: 'Jaime, ¿sabes que tienes una calle?' Le pregunté que cómo era posible y me contó que un chico magrebí le había enseñado un papel en el que se leía una dirección que estaba buscando: la calle Jaime Barrientos", relata el aludido. Hasta ese punto había llegado su fama. 
El joven que le buscaba había oído acerca de un señor que ayudaba a los chicos como él: extranjeros, solos, sin papeles y sin dinero. Jaime comenzó acogiendo a inmigrantes en situación irregular hace 22 años y asegura que por su casa han pasado unos 3.500 desde entonces. Alrededor de un 95% son de origen marroquí y apenas ha encontrado un par de chicas, mucho más protegidas por sus familias. Desde que comenzó la crisis económica, el flujo ha disminuido. "Los mayores están más informados, vienen de paso en su camino hacia Bélgica o Francia... la situación vuelve a ser parecida a la de antes de los años 90", analiza el periodista, que no recibe ninguna ayuda ni subvención por su labor: solo sus propios medios. 
Su altruismo comenzó después de ser salvado de un incendio que devoró su casa mientras dormía. Poco después hubo otro fuego en las chabolas de Peñagrande, por entonces subarrendadas por gitanos a los marroquíes rifeños. "Pregunté a quién le había ido peor y me señalaron a una familia. Así empecé a echarles una mano y, poco después, cuando apareció un chaval solo por allí, me lo mandaron".
Comenzó acogiendo menores y mayores de edad, pero de los primeros se encarga el Grupo de Menores de la Policía Nacional (Grume), que los deriva a casas de acogida del Gobierno. "El día que cumplen 18 años les organizan una fiesta en el centro y luego les echan a la calle, sin dinero, sin trabajo y sin familia", critica. En el caso de los mayores, hay algunas ONG que tienen pisos de acogida donde pueden estar hasta los 21 años si están regularizados. "A mi me vienen sin papeles, soy la única puerta que les queda. Por eso, los que oían hablar de mi se venían a casa cuando entraban en la mayoría de edad".
Muchos llegan con sus padres a España y deciden pasar una temporada en casa de Jaime para huir de problemas familiares. Es el caso de Moha, marroquí de 21 años que conoció a Jaime con 16. "Tenía movidas con mi padrastro, así que estuve viviendo con Jaime unas semanas. Él me ayudó cuando estuve desorientado", explica.
Otros entran de manera ilegal en el país, generalmente escondidos en los bajos de un camión. "Un chavalín me contó que vio cómo otro chico se metía en los ejes de un retráctil. Se quedó dormido y cuando el eje se movió, le explotó la cabeza como un melón. Lo que me sorprendió es la naturalidad con la que lo contaba", asegura Jaime. Una naturalidad que obedece a que estos jóvenes no son conscientes de la dureza de sus vidas hasta que llegan a España. "Se revuelven tanto porque se dan cuenta de que la vida les ha estafado; que aquí los niños no trabajan, tienen zapatos, la poli no les pega... Son niños que no pueden rebelarse contra su familia, ni su Gobierno, ni su religión y van contra el primero que les trata bien", analiza.  Ha conocido niños que comían directamente de la basura, otros que le han pedido un cepillo y betún para salir a limpiar zapatos y otros que escondían parte de la cena en el bolsillo porque temían no comer al día siguiente. 
Mientras cuatro jóvenes ven la televisión en el piso de arriba, el periodista o "papá pitufo" explica en el salón que él distingue entre los "perpetuos", que son los que han pasado entre seis meses y dos años viviendo en su casa, y los que van esporádicamente: semanas, días o ratos en los que ponen la lavadora, se dan una ducha, ven la tele o almuerzan, pero sobre todo encuentran a una persona dispuesta a charlar y a escuchar. Las normas de convivencia son fundamentales para quien quiere formar parte del hogar de Jaime, lo más parecido a una familia que muchos jóvenes indocumentados encuentran a su llegada a Madrid. 

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 Jaime Barrientos, en su casa de Galapagar. / Lola Hierro.

Barrientos ha vivido en varias casas, la ultima, en Galapagar. El salón está iluminado con el tenue destello amarillento de una única lamparita. En la penumbra, se distinguen alfombras, jarrones, cuadros y otros cachivaches encontrados a lo largo de su vida en los rincones mas insolitos del mundo islámco. Sus 28 viajes a Marruecos han hecho de él un perfecto conocedor de hasta la más mínima particularidad de su cultura y de nociones suficientes de árabe, por lo que no es fácil engañarle. "Aquí nos repartimos las tareas. Uno prepara la comida, otro limpia la cocina, otro el baño... Cuando me vienen con alguna pamima les digo que eso no es así y que los dos lo sabemos. Me baso en el respeto que tienen hacia los mayores", indica. "Nos enseña español, lo que hay que hacer en la vida, la cultura española, a comportarnos... pero no nos regaña mucho. Por ejemplo, si desordenas algo te dice que lo que toques, lo colocas", relata Omar, tangerino de 23 años que visita a Jaime con otros amigos todas las semanas.
El que no cumple las normas de convivencia se va a la calle. Un chico fue expulsado porque le rompía algún objeto cada vez que le regañaba. Otro, porque mató a uno de sus gatos, Jeremías. Con quien más problemas tienen, asegura Jaime, es con los agentes de seguridad privada y lo que peor llevan es que les llamen moros de mierda. "Hay más racismo que antes", asegura Mohamed. "Los españoles no son racistas pero últimamente nos tratan muy mal. Hay algunos que la han cagado y la gente piensa que todos los marroquíes son iguales, pero no es así. Yo solo he venido a buscarme la vida y sigo buscándomela", asegura Quinto, que llegó a España con 14 años escondido en los bajos de un camión. 
Pese a los disgustos que a veces se lleva con estos chicos, Jaime no se rinde. "Muchas veces me digo que se ha acabado, pero luego piensas que, si has abierto la puerta a 3.600, la puedes abrir a 3.601 porque a lo mejor ese te sale bien". Algunos solo llaman cuando se meten en líos y otros acaban en la cárcel, según Jaime porque de menores se les ha dado de todo y se han creído con derecho a todo. Otros, sin embargo, le han dado alegrías. "Cuando después de un tiempo vienen con su mujer y sus hijos y me dicen: 'Jaime, me salvaste la vida', me hincho como un pavo". 

viernes, 21 de febrero de 2014

3052, persguiendo un sueño



El libro

Un joven inmigrante senegalés revive su viaje en patera y sus primeros años en España en el libro ‘3052. Persiguiendo un sueño’. Un relato en primera persona, en el que Mamadou Dia muestra con toda su crudeza esta aventura hacia un Eldorado español que resultó no serlo tanto.
Mamadou Dia llegó a “tierra española” -como él dice-, a bordo de un cayuco donde vivió una de las peores experiencias de su vida y sin saber una palabra de nuestro idioma. Hoy, seis años después, se ha paseado ya por varias ciudades con su libro, ‘3052. Persiguiendo un sueño’, debajo del brazo y con un perfecto español con deje murciano, el lugar donde ha vivido todo este tiempo.
Un libro que había sido una idea fija en su cabeza desde que comenzó este largo viaje, porque así se lo había prometido a sus amigos; algunos de los cuales emprendieron el camino unos meses después que él pero que nunca llegaron a su destino. “Al principio era una promesa, luego se convirtió en mi forma de despedida para ellos”.
Durante el viaje lo apuntaba todo, y así siguió haciendo en sus primeros años en España. “El viaje en cayuco es durísimo, pero cuando llegas a España te das cuenta de que no ha acabado. En realidad, acaba de empezar. Es entonces cuando empiezas a ser consciente de todo lo que tienes que hacer: luchar por encontrar un trabajo, por conseguir los papeles, por un lugar donde vivir…”.
Era un 11 de mayo de 2005 cuando subió a la patera, comenzando así “la aventura más larga, más peligrosa y más dura de mi vida”, como escribe en el libro. “Mucho más duro de lo que yo pensaba, porque en mi vida me había subido a un barco. El viaje está grabado en mi mente, al igual que en la de todos los que lo han hecho. Éramos 84 pasajeros en una embarcación de 12 metros, y no había plan B; no había otra solución. En wolof tenemos un dicho, que se puede traducir como O vivir dignamente o morir intentándolo, y creo que eso es lo que estaba en la mente de todos. Porque este viaje no lo hacemos por gusto, que no hay ningún sitio mejor que casa ni comida mejor que la de la abuela. Simplemente, es que era la única salida. No había otra opción para nosotros”.
 

foto libro (2)
Fueron ocho días enclaustrados en esos 12 metros “y a partir del quinto día, supimos que estábamos perdidos. No veníamos ninguna señal en el radar. Además, a la mañana del sexto día desapareció Ibu, uno de nuestros compañeros. Supimos que no había aguantado más”. La esperanza era tan débil que Dia pensó que, si realmente escribía su libro, lo llamaría Los sueños perdidos, en recuerdo a los de tanta gente que quedaron en el camino.
Pero al llegar el octavo día, cuando no les quedaba apenas fuerzas, alimentos ni gasolina, vieron aparecer un helicóptero sobre sus cabezas. “Fue increíble, los que estaban tirados en el suelo, los que ya no podían más, revivieron al momento, fue una fuerza inmenso que salió de dentro”.
Volver a caminar, después de más de una semana al vaivén de las olas, el sol, y la deshidratación, no fue fácil, y Mamadou recordará siempre el apoyo de los voluntarios de Cruz Roja y aquella botella de agua que le ofreció una de ellas. “Le quería decir que no, que no me llamaba ‘agua’ –un nombre de mujer, en Senegal-, hasta que comprendí que  ‘agua’ se refería a la botella”-. Aquella primera mano amiga tras tantos días de viaje le dejó una profunda huella. “En ese mismo momento decidí que, en cuanto pudiera, yo también sería voluntario en la Cruz Roja, como aquella chica”. Y así ha sido desde hace ya varios años: “he dado clases de español, he colaborado en clases de acogida… y es una de las mejores cosas que me han pasado en España”.
Y lo mejor, que ha conseguido integrarse: “Aquí tengo amigos, trabajo y un lugar donde vivir, que es lo que hace falta”, pero no olvida que durante muchos años tuvo que compartir sus días tan solo con esta “amiga que no terminaba de marcharse nunca, la soledad”.
¿Y ahora? Ahora el futuro está lleno de proyectos, para él y para Gandiol, su pueblo natal, en Senegal. “El año pasado, al volver por fin a mi tierra, me di cuenta de que todo seguía igual. La misma situación que me ahogaba a mí, sigue presente en los niños y jóvenes de ahora. Las cosas no han mejorado y yo quiero hacer algo para ayudar”. Por eso ha decidido que todos los beneficios obtenidos con la venta del libro irán a parar a Senegal, donde prevé poner en marcha un interesante proyecto. Mi objetivo es que el dinero vaya destinado a la educación, que es el futuro y lo más importante. Pero quiero que sea algo sostenible, que dure en el tiempo. Así que lo que haremos será crear una granja, que pueda producir alimentos para vender y que dé trabajo a la gente. Y que los beneficios se dediquen a la educación de los niños”.
Texto escrito by , en su interesante blog : http://porfinenafrica.com/2012/06/o-vivir-dignamente-o-morir-intentandolo/

Pide tu libro

MAXI_3052_160
Autor_foto
     
ISBN/13: 9788416007226
184 páginas
 Tamaño: 110 X 180 mm
 Precio: 10.00€ + 2€ (gastos de envios de 1 a 5 libros).
 Año de Publicación: 2012
Segunda edición 2013.
Para pedir un libro directamente al autor, es posible. Envía un mensaje a hahatay.org@gmail.com,con tus datos:
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En concepto, especificar: libro 3052

martes, 11 de febrero de 2014

Amor

Quise a los que te precedieron con pasión, hasta la locura y gracias a ti descubrí que con ellos tan solo dejé: prejuicios, inseguridades, miedos, y un hilo de sangre. 
Contigo supe que los celos no son amor, que los vientos cosquillosos de las primeras caricias se transforman en miradas cargadas de significados,  y en complicidades que me llevaron a sentirme más yo, mujer. Mujer que crea una barca contigo y remamos hacia un horizonte común, en este viaje compartimos risas, sueños, llantos, dudas, y encontramos el apoyo que precisamos para decidir lo mejor para cada uno. Respetas mis ritmos y hemos sabido hallar el momento adecuado para reencontrarnos bajo las  sábanas y reinventarnos  en cada encuentro  como seres curiosos que se construyen cada día con la inocencia de la infancia  y la ternura de  los años que hemos vivido.
Gracias a ti soy más sabia cada día y gozo como nunca creí que fuera posible cuando nos abrazos en mitad del pasillo, entre tu cuarto y mi cuarto.

VIRGINIA

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VIRGINIA SEUDÓNIMO DE Esmeralda Vizcaíno

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Deberíamos aprovechar el 14 de febrero para reflexionar sobre lo que entendemos por AMOR. Anímense y escribid, compartid, lo publicaremos acá.


miércoles, 5 de febrero de 2014

Laberintos

Artesanía y simbología de los nativos Tohono O'otam y Pimana del sur de Arizona del Mito de la casa de Iitoi o Siuku Ki, ancestral fundador de las tribus cuyo espiritu travieso y ladrón vive en la cima de la montaña Baboquivari.

Otro laberinto en un Petroglifo Hopi cerca de Oraibi, Arizona, (1200 dC.)


Reproducción de Athanasius Kircher del laberinto egipcio

Laberinto de Ornunga al norte de Borås en orillas del del oeste de Öresjö (Suecia)

Litografía de la iglesia de San Pantaleón en Arcera, Cantabria. Ubicado en el Museo Regional de Prehistoria y Arqueologia de Cantabria, Santander
 

Maragatería (León)


martes, 4 de febrero de 2014

las chicas de la lencería

Director Bettina Oberli 
Guionista Sabine Pochhammer Bettina Oberli
 Productor Alfi Sinniger 
Música Luk Zimmermann 
Fotografía Stéphane Kuthy 
Montaje Michael Schaerer 

 "Las chicas de la lencería", la gran apuesta internacional del cine suizo Una mujer octogenaria decide cumplir su sueño de ser modista en "Las chicas de la lencería", cinta dirigida por Bettina Oberli y protagonizada por Stephanie Glaser que representó a Suiza en la carrera al Óscar y que se ha convertido en uno de las pocos títulos de su país que traspasa fronteras. Esta comedia de 2006, que ahora llega a las salas españolas, se sustenta en el contraste entre la pasión de las cuatro ancianas protagonistas, que montan una moderna tienda de ropa interior femenina, y la incomprensión conservadora de la pequeña villa en la que viven. Son "personajes testarudos que nunca se rinden, hechos de madera robusta y que tienen otro tipo de libertad que sus hijos treintañeros, ya que ya no existen responsabilidades para ellas", explica la joven directora de esta cinta, Bettina Oberli, quien se confiesa exhausta ante la vitalidad que Stephanie Glaser, de 88 años de edad, muestra en la gira promocional de la cinta, un periplo que les ha llevado hasta Japón. Glaser, que brilló en la televisión de su país en los años 70, se convierte ahora en un reclamo directo para el exiguo público del cine suizo y ya cuenta con otras dos películas en cartera, lo que le está permitiendo vivir "una segunda oportunidad" en este medio. El retiro dorado de Martha, su personaje, es esa lencería que levanta la polémica entre sus vecinos, el de la actriz es el de "seguir sobre el escenario tanto como sea posible", confiesa Glaser tras prestarse de forma solícita a una "tonta sesión de fotos" con atrevida ropa interior de por medio. "El problema del cine suizo es que no suscita un interés. Al menos en España genera polémica", reflexiona la directora, quien presentó en 2004 su primera película, "Im Nodwind", en el Festival de Cine de San Sebastián. "Nuestro cine no puede transcender fuera de las fronteras suizas porque no se invierte dinero en él, lo cual resulta paradójico teniendo en cuenta que hablamos de uno de los países más ricos del mundo", defiende Oberli.