lunes, 18 de marzo de 2013

La fantasia de la individualidad

Almudena Hernando

La fantasía de la individualidad

Sobre la construcción sociohistórica del sujeto moderno

fragmento

I. Planteamientos generales

1.
Tal vez fue porque a mi madre le gustaba vestirnos igual a mi hermana melliza y a mí, aunque no nos parecíamos nada, e incluso a nuestra tercera hermana, y a la cuarta... Tal vez fue por eso, pienso, que nunca acabé de confiar en las apariencias. Porque aun cuando de adultas siempre hemos tenido una excelente relación, el hecho es que bajo aquella encantadora estampa de armoniosa sincronización infantil subyacían tantos conflictos como los que cabe esperar de la relación normal entre los seis hermanos que llegamos a ser...
Tal vez también pudo ser esto lo que me llevó, sin saberlo, a estudiar arqueología, porque después de haber dedicado una tesis doctoral al Calcolítico del sureste español me di cuenta de que apenas me interesaba lo que había ocurrido en el 2.500 a.C., y se convirtió en un misterio profundo la causa que podía haberme conducido hasta allí. Sin embargo, ahora me parece meridianamente claro que sin la prehistoria y la arqueología no podría pensar las cosas que me interesan del modo en que me interesa pensarlas. Tardé un tiempo en entender lo que ya habían comprendido Freud y Foucault mucho antes que yo: que lo que me atraía de la arqueología era que, utilizada en sentido metafórico, me ofrecía un procedimiento de análisis genealógico, de largo plazo, que enseña a bucear en las raíces y los fundamentos de los procesos visibles, fijando la atención en la lógica profunda que les da sentido y no en la apariencia que su expresión puede revestir en un momento dado. Entendí también que la prehistoria enseña a considerar los orígenes como una de las claves esenciales de esos procesos, que no se entienden de la misma manera sin esa variable fundamental. Pero, sobre todo, comprendí que el estudio de la cultura material, en la que se especializa la arqueología en tanto que disciplina, proporciona un instrumento particularmente interesante para abordar el estudio de una sociedad cuando se desea huir de las apariencias, porque dirige la mirada a lo que la gente hace y no, como en el caso de la historia, a lo que ha decidido contar de sí misma.
Cuando se observa con mirada de arqueóloga a las sociedades actuales, sean indígenas o industriales, saltan a la luz datos muy interesantes, porque se comprueba que, en general, lo que la gente dice de sí misma no coincide con lo que se observa que hace. William Rathje (1992), que recibió el premio de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia por su proyecto de arqueología sobre la basura, demostró, por ejemplo, que cuando hoy se les pregunta a los estadounidenses sobre sus hábitos de consumo dicen cosas que no se corresponden con lo que se encuentra en los cubos de basura que hay en la puerta misma de sus casas, y que esto no sucede necesariamente porque mientan, sino porque no reconocen determinadas cosas que hacen. De ahí que mi formación como arqueóloga me lleve a estar convencida de que si se quiere averiguar cómo es la gente en realidad, no hay que analizar lo que dice, sino lo que hace.
Hay toda una parte de nuestro comportamiento que no es reconocida en nuestro discurso consciente y explícito, porque no es valorada socialmente, o porque representa partes de nosotros mismos que preferimos no tener presentes. La consecuencia es que esa parte puede ser negada, en el sentido de que puede no ser vista, ser ignorada por la propia persona que, sin embargo, está poniéndola en práctica delante de nuestros ojos. Debe entenderse que estas personas no están mintiendo, sino que ellas mismas no reconocen ante sí mismas lo que hacen. Cuando en este texto se haga alusión a una negación no se estará haciendo referencia, por tanto, al hecho de negar que se sabe algo cuando sí se sabe, sino al hecho de no saber, de no tener conciencia de estar haciendo lo que sin embargo se está haciendo.
Pues bien, lo que propongo es dirigir una mirada de prehistoriadora (teniendo en cuenta procesos de largo plazo que empiezan en los orígenes), y de arqueóloga (observando qué es lo que hacen sus representantes) a determinados aspectos del orden social en el que vivimos, aquellos que afectan a la relación entre hombres y mujeres. Este orden ha sido denominado patriarcal porque es resultado de toda una trayectoria histórica definida por la dominación de los hombres y la subordinación de las mujeres, relación de poder que, en cuanto norma social, sigue manteniéndose en la actualidad. Mi esperanza es que las próximas páginas permitan desentrañar algunas nuevas claves para entender la lógica que lo guía, pero, sobre todo, que su comprensión pueda ayudar a luchar contra esa subordinación.

Dos libros recomendados por Laura Freixas

 

Publicado el 07/03/2013
Laura Freixas (Barcelona, 1958) estudió en el Liceo Francés de su ciudad. Se licenció en Derecho en 1980, pero se ha dedicado siempre a la escritura.

Se dio a conocer en 1988 con una colección de relatos, El asesino en la muñeca. En 1997 se publicaría su primera novela, Último domingo en Londres, a la que seguirían Entre amigas (1998) y Amor o lo que sea (2005). Ha publicado también otro libro de relatos (Cuentos a los cuarenta, 2001) y una autobiografía: Adolescencia en Barcelona hacia 1970 (2007).

Su último libro publicado es la novela Los otros son más felices (2011).

martes, 12 de marzo de 2013

La maternidad y la cultura por Laura Freixas

LAURA FREIXAS Algunos extractos:

Autobiografía cruda
Cuando me quedé embarazada, en 1993, hice un descubrimiento sorprendente. Hasta entonces, siendo hija de una familia (sobre todo
una madre) muy lectora y educada en un excelente colegio (el Liceo Francés de Barcelona), mi vida había sido un constante diálogo entre la experiencia y la literatura, lo vivido y lo leído. Antes y después de conocer París había leído innumerables novelas situadas en París, del mismo modo que a medida que me iba haciendo mayor, iba contrastando mi vivencia del paso de los años con otras, también innumerables, novelas que reflexionan sobre el paso de los años, o
que podía comparar mi experiencia de la pareja con infinitas novelas sobre parejas, y así sucesivamente. Con toda naturalidad, pues, en
ese momento de mi vida busqué novelas que hablaran de la maternidad.
Y para mi estupor, no las encontré.nTampoco las revistas que leía (revistas de pensamiento, entre ellas, Claves de Razón Práctica) abordaban jamás, directa o indirectamente, ese tema, que sin embargo tiene evidentes dimensiones políticas, sociales o económicas.
Si quería leer sobre lo que me estaba ocurriendo, si quería hallar modelos, compartir experiencias, reflexiones, emociones, escritas, no iba a tener más remedio que recurrir a libros prácticos, a la desdeñada sección de “Autoayuda” de las librerías, a revistas tituladas Tu bebé o Ser padres. Nada de arte, de historia, de crítica; nada que tuviera envergadura literaria o filosófica; nada comparable a lo que
para la guerra es la Ilíada, el Cantar del Mío Cid o Viaje al fin de la noche… Sólo ecografías, potitos y flatitos del bebé.
Simultáneamente, en la empresa en la que trabajaba –una editorial–, me encontré con reacciones que también me dejaron perpleja.
Hasta entonces, yo había formado parte del grupo dirigente.
Pertenecía al Consejo Editorial, formado casi exclusivamente por varones, con los que mantenía una relación bastante igualitaria.
Que cambió tan pronto como anuncié mi embarazo: los hombres poderosos empezaron a tratarme de otra manera. Parecían, por una
parte, dolidos, como si yo les hubiera traicionado, como si hubiera estado fingiendo, engañándoles, y ahora me desenmascarase. Y a
la vez parecían aliviados, como si un ser extraño, cuya indefinición causara cierto desasosiego, se hubiera decantado al fin por
una identidad clara y comprensible, para tranquilidad de todos… Me empecé a sentir sutilmente excluida del estamento superior y
masculino. En cambio, el estamento inferior, a saber: el grupo de las secretarias –al que hasta entonces yo apenas había tratado–,
me acogió con los brazos abiertos. Me rodeaban, me preguntaban, me aconsejaban, me arropaban. Como si yo, por fin, me hubiera
identificado como una de ellas.
maternidad y cultura: una reflexión en primera persona Cuento todo esto porque estoy convencida del valor y del significado
de las experiencias personales, incluso (o muy especialmente), de aquellas que por no haber recibido la sanción simbólica
de los conocimientos legítimos (la ciencia, la política, la tradición literaria y artística…), no pueden expresarse de otra manera que como anécdotas, como autobiografía cruda. Expulsada –como yo misma sentí que lo estaba a raíz de mi embarazo– del mundo del
poder y de la alta cultura, la experiencia femenina se ve constantemente rebajada al nivel de lo privado, de lo anecdótico, de lo irrelevante. Queremos hablar y sentimos que nuestra palabra no tiene peso, no tiene autoridad, no se escucha. Abrimos la boca y ningún sonido se registra. Ya está esa pesada contando su embarazo. ¿Esto es una revista seria o una revista de trapos y recetas?
Madres angelicales y madres diabólicas
¿Era verdad esa impresión que tuve entonces de que ciertas experiencias femeninas fundamentales estaban excluidas de la literatura?
Intentando obtener una visión de conjunto, consulté varios diccionarios de literatura universal. Encontré muchos personajes–tipo que se repiten en distintas épocas y países, porque corresponden a características humanas, como la avaricia, la amistad, la misantropía, el idealismo, la traición, el enfrentamiento entre hermanos, la búsqueda del padre, la relación maestro–discípulo… Era de esperar que se encarnasen indistintamente en mujeres u hombres. Puesno. Todos los avaros, traidores, idealistas, misántropos, hermanos, amigos, maestros y discípulos… de la literatura universal, por lo visto, son varones. ¿Y las mujeres? Aparecen algunas, sí, entre los personajes–tipo. Pero son poquísimas. Y además, no se definen por sus características intrínsecas, sino por su relación con los varones: la esposa difamada, la prostituta de buen corazón, la bellaindiferente, la mujer fatal, la solterona, la mujer infiel…



Leer completo en:
http://www.laurafreixas.com/pdf/claves-9-12-freixas-maternidad-y-%20cultura.pdf




Qué significa ser madre y la gestación


  • Para todos La 2 - 27/06/12
  •  
  •  
  • ¿Qué significa la gestación? ¿Es solo un cambio biológico, o va mucho más allá? Vemos un reportaje y charlamos con Diana Guerra, psicóloga del Instituto Valenciano de Infertilidad, Laura Freixas, escritora y autora de "El libro de las madres" y Miren Elixabete Imaz, antropóloga de la Univeridad del País Vasco.
    Se cumplen 93 años de la firma del Tratado de Versalles que ponía fin a la Primera Guerra Mundial. Lo recordamos con David Solar, director de las revistas "Historia 16" y "La aventura de la historia" y Julio Gil Pecharromán, profesor de historia de la UNED.
    En nuestra sección de nutrición la especialista Eulalia Vidal nos hablará de las propiedades de algunos frutos como las bayas, las moras, los arándanos o las fresas.
    Reportaje sobre los Spacelab y la Agencia Espacial Europea.
     

MARTA SANZ y la maternidad


Maternidad” por Marta Sanz Pastor

La novela encierra dos preguntas: ¿es un monstruo la mujer que no quiere procrear?, ¿en qué tipo de mundo las madres reniegan de su nombre? La moraleja quizá no sea aleccionadora, pero el libro es sulfúrico. Sobre todo, aquí, donde un ministro ha viajado hacia atrás en la máquina del tiempo: una mujer-contenedor-criadora-asistente ve limitado el derecho a decidir sobre su cuerpo y es condenada a alumbrar los hijos que le vengan aun en las peores circunstancias. Hay mujeres que no se sienten ni culpables ni incompletas por no ser madres. Lean Tenemos que hablar de Kevin y, después, podremos debatir estas cuestiones más allá del tópico”
 
Tenemos que hablar de Kevin de Lionel Shriver es una novela sobre la maternidad.
Sobre la cadena edípica y los lazos de sangre. Sobre el significado de “querer a un hijo” y “educar a un hijo”. Consentir, reprimir, adular, castrar, estimular, exigir. Habla de las razones por las que un narrador toma la palabra: justificación, reproche, necesidad de entender o de erigirse en sujeto del relato heroico. También es un libro sobre los WASP,
blancos protestantes adinerados que se permiten el lujo de ser republicanos, patriotas y muy comprensivos con hijos a los que dicen cada día: “Te quiero muuucho, muchacho”.
Una metáfora sobre Estados Unidos que retrata la maldad de los tontos que no entienden por qué les odian y también la maldad de los que miran con una acidez que hace inhabitable la vida. Se aborda el efecto bola de nieve cuestionando los beneficios de informar sobre el horror: como si censura o silencio fuesen herramientas contra la barbarie. La novela encierra dos preguntas: ¿es un monstruo la mujer que no quiere procrear?, ¿en qué tipo de mundo las madres reniegan de su nombre?
La moraleja quizá no sea aleccionadora, pero el libro es sulfúrico. Sobre todo, aquí, donde un ministro ha viajado hacia atrás en la máquina del tiempo: una mujercontenedor-
criadora-asistente ve limitado el derecho a decidir sobre su cuerpo y es condenada a alumbrar los hijos que le vengan aun en las peores circunstancias. Hay mujeres que no se sienten ni culpables ni incompletas por no ser madres. Lean Tenemos
que hablar de Kevin y, después, podremos debatir estas cuestiones más allá del tópico.

sábado, 9 de marzo de 2013

De mujeres y libros o la batalla de las marujas


Laura Freixas (Barcelona, 1958) es escritora. Ha publicado cuentos, una autobiografía (Adolescencia en Barcelona hacia 1970) y varias novelas, la última de ellas, Los otros son más felices, en 2011. Ha destacado también como estudiosa y promotora de la literatura escrita por mujeres. Coordinó las antologías Madres e hijas y Cuentos de amigas, y es autora de los ensayos Literatura y mujeres y La novela femenil y sus lectrices. Imparte regularmente talleres, conferencias y cursos en instituciones nacionales y extranjeras.

Una conferencia realmente interesante sobre nuestra presencia como mujeres, y la invisibilidad de la maternidad en la literatura.