martes, 12 de marzo de 2013

La maternidad y la cultura por Laura Freixas

LAURA FREIXAS Algunos extractos:

Autobiografía cruda
Cuando me quedé embarazada, en 1993, hice un descubrimiento sorprendente. Hasta entonces, siendo hija de una familia (sobre todo
una madre) muy lectora y educada en un excelente colegio (el Liceo Francés de Barcelona), mi vida había sido un constante diálogo entre la experiencia y la literatura, lo vivido y lo leído. Antes y después de conocer París había leído innumerables novelas situadas en París, del mismo modo que a medida que me iba haciendo mayor, iba contrastando mi vivencia del paso de los años con otras, también innumerables, novelas que reflexionan sobre el paso de los años, o
que podía comparar mi experiencia de la pareja con infinitas novelas sobre parejas, y así sucesivamente. Con toda naturalidad, pues, en
ese momento de mi vida busqué novelas que hablaran de la maternidad.
Y para mi estupor, no las encontré.nTampoco las revistas que leía (revistas de pensamiento, entre ellas, Claves de Razón Práctica) abordaban jamás, directa o indirectamente, ese tema, que sin embargo tiene evidentes dimensiones políticas, sociales o económicas.
Si quería leer sobre lo que me estaba ocurriendo, si quería hallar modelos, compartir experiencias, reflexiones, emociones, escritas, no iba a tener más remedio que recurrir a libros prácticos, a la desdeñada sección de “Autoayuda” de las librerías, a revistas tituladas Tu bebé o Ser padres. Nada de arte, de historia, de crítica; nada que tuviera envergadura literaria o filosófica; nada comparable a lo que
para la guerra es la Ilíada, el Cantar del Mío Cid o Viaje al fin de la noche… Sólo ecografías, potitos y flatitos del bebé.
Simultáneamente, en la empresa en la que trabajaba –una editorial–, me encontré con reacciones que también me dejaron perpleja.
Hasta entonces, yo había formado parte del grupo dirigente.
Pertenecía al Consejo Editorial, formado casi exclusivamente por varones, con los que mantenía una relación bastante igualitaria.
Que cambió tan pronto como anuncié mi embarazo: los hombres poderosos empezaron a tratarme de otra manera. Parecían, por una
parte, dolidos, como si yo les hubiera traicionado, como si hubiera estado fingiendo, engañándoles, y ahora me desenmascarase. Y a
la vez parecían aliviados, como si un ser extraño, cuya indefinición causara cierto desasosiego, se hubiera decantado al fin por
una identidad clara y comprensible, para tranquilidad de todos… Me empecé a sentir sutilmente excluida del estamento superior y
masculino. En cambio, el estamento inferior, a saber: el grupo de las secretarias –al que hasta entonces yo apenas había tratado–,
me acogió con los brazos abiertos. Me rodeaban, me preguntaban, me aconsejaban, me arropaban. Como si yo, por fin, me hubiera
identificado como una de ellas.
maternidad y cultura: una reflexión en primera persona Cuento todo esto porque estoy convencida del valor y del significado
de las experiencias personales, incluso (o muy especialmente), de aquellas que por no haber recibido la sanción simbólica
de los conocimientos legítimos (la ciencia, la política, la tradición literaria y artística…), no pueden expresarse de otra manera que como anécdotas, como autobiografía cruda. Expulsada –como yo misma sentí que lo estaba a raíz de mi embarazo– del mundo del
poder y de la alta cultura, la experiencia femenina se ve constantemente rebajada al nivel de lo privado, de lo anecdótico, de lo irrelevante. Queremos hablar y sentimos que nuestra palabra no tiene peso, no tiene autoridad, no se escucha. Abrimos la boca y ningún sonido se registra. Ya está esa pesada contando su embarazo. ¿Esto es una revista seria o una revista de trapos y recetas?
Madres angelicales y madres diabólicas
¿Era verdad esa impresión que tuve entonces de que ciertas experiencias femeninas fundamentales estaban excluidas de la literatura?
Intentando obtener una visión de conjunto, consulté varios diccionarios de literatura universal. Encontré muchos personajes–tipo que se repiten en distintas épocas y países, porque corresponden a características humanas, como la avaricia, la amistad, la misantropía, el idealismo, la traición, el enfrentamiento entre hermanos, la búsqueda del padre, la relación maestro–discípulo… Era de esperar que se encarnasen indistintamente en mujeres u hombres. Puesno. Todos los avaros, traidores, idealistas, misántropos, hermanos, amigos, maestros y discípulos… de la literatura universal, por lo visto, son varones. ¿Y las mujeres? Aparecen algunas, sí, entre los personajes–tipo. Pero son poquísimas. Y además, no se definen por sus características intrínsecas, sino por su relación con los varones: la esposa difamada, la prostituta de buen corazón, la bellaindiferente, la mujer fatal, la solterona, la mujer infiel…



Leer completo en:
http://www.laurafreixas.com/pdf/claves-9-12-freixas-maternidad-y-%20cultura.pdf




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