martes, 22 de abril de 2014

Las PATRONAS ( II PARTE)

LAS PATRONAS (PARTE 2)

Mar 26, 2014Escrito por  Donovan Hernández/Ilustración: Joshua Hernández
Las patronas (Parte 2)

II. ¿Cuántas bocas caben en un tren?

Rompiendo tabús
“Una vez corretearon unos migrantes donde pasa el tren, acusándolos de robarse algo”, relata Leonila. “La patrulla de Amatlán llegó, la tía se opuso a que los arrestaran. El policía dijo que si le roban algo, que no cuente con ellos.” Pero la tía, rompiendo todos los prejuicios hacia los migrantes generados dentro de la comunidad, los defendía diciendo que se trataba de personas con hambre, con necesidades igual que uno. No eran ladrones.
Sus reacciones sorprendían a tirios y troyanos. Algo había cambiado definitivamente.
Las autoridades (que siempre se sienten incómodas con la iniciativa autónoma de la sociedad) son consecuentes: no las apoyan; en el pueblo dicen, en un despliegue de humor involuntario, que el gobierno les daba dinero para hacer su trabajo “filantrópico” (cosa que de no ser surreal sonaría a broma de puritito humor negro); ellas continúan, titanes con hombros de mujer, alzadas contra el desprecio (al que antes se le llamaba derechamente xenofobia), mostrando que a veces la fuerza está en la voluntad y que si se quiere se puede. Y voluntad no les falta. La imagen es impresionante: a orillas del tren, las mujeres dan pan a personas que son más fugaces que cualquier estrella y generan la efímera comunidad que se regodea en el sencillo milagro de este placer, intensificado por obra de la acción ¡Aquí está México poetas! ¡Aquí está la rosabaila aquí! Ya entrados en símbolos, recuerden que el tren todavía en el optimista e industrial siglo XIX era el emblema del progreso y la pax porfiriana (siempre y cuando la canción trate de mexicanos) y que hoy está asociado al fracaso de la modernidad que transporta fuerzas de trabajo inabsorbibles para América Latina. Pero, ¿de verdad son inabsorbibles? En esta apartada orilla, cuyo nombre es Amatlán, donde los trenes no hacen parada y siguen su travesía al norte, se entrelazan flujos migratorios; transportes desvencijados que, por peor nombre, se les conoce como La Bestia (tan humanas son Las Patronas que, a ver, ¿quién se acordaba de la mala fama del tren?); amas de casa devenidas en defensoras de derechos de los hermanos centroamericanos; construcción de la solidaridad desde abajo y la lucha diaria por una planetarización que no olvide a todos los que son del color de la tierra. Por si fuera poco, estos ingredientes se cuecen en una cacerola de barro donde se regodea la amistad entre extranjeros. Todos los caminos llevan a Las Patronas.
… O deberían.

Para todo mal, ¡autogestionar!
Por el Municipio de Amatlán cruzan los trenes. “En Medias Aguas se juntan dos rutas: una que viene de Tenosique, Tabasco; la otra que sale de Arriaga, Chiapas, que llega a Tierra Blanca y de ahí pasa por La Patrona”. De ahí, de su raigambre en la localidad, surge el mote con el que todos las conocen. Las Patronas designa menos una cualidad de carácter que una ubicación en la tierra. Las dadivosas cuentan que hay temporadas en las que el flujo migratorio sube, y otras en las que se estabiliza. “En diciembre bajó, el primero de enero aumentó” -refieren escuetamente. “En temporada de calor vuelve a aumentar ¡Hay trenes con más de mil gentes!” La mayor angustia de estas mujeres es que la comida no de abasto para todas las bocas que caben en un tren. Diario cocinan entre 8 o 10 kilos de arroz. Según sus cálculos, en verano han llegado a cocinar hasta 50 kilos del cereal y demás leguminosas. Cada día salen dos trenes.
Apenas este año se han incorporado al trabajo dos varones: el esposo de una tía y un jovencito, adolescente. Todas las demás son mujeres, 15 asombrosas mujeres para ser exactos.
Leonila, sin ningún ostento, me cuenta que en 2013 las postularon para el Premio Nacional de Derechos Humanos; el cual recibió su tía Norma Romero a nombre y representación de todas. También recibieron el Premio Nacional de Acción Voluntaria en 2014, otorgado por SEDESOL y el DIF nacional.

Habla la tía
Silencio: al fin la tía, Fabiola González, se anima a charlar. Hasta ahora había escuchado a su sobrina, asintiendo calladita, cargando a una bebé que tendrá un ejemplo increíble. La escucho pasmado. Pregunto qué cosa era la que su entrega a los migrantes había cambiado en ellas. “Conocerlos”, dice sin más. “Pensaba que iban por gusto. Con el trato fui viendo que era necesidad, darles mejor vida a las familias.”
Les da gusto cuando saben que sus amigos llegaron bien. Su paga, dicen, “son las bendiciones que nos dan.”
Desde entonces no son solamente amas de casa, madres, esposas, cabezas de familia. Cada mes iban a una presentación como invitadas, se formaban, aprendían, pero sobre todo enseñaban. Fueron a la UNAM en una semana de la solidaridad. Dan pláticas en la Ibero, el ITAM; en todos lados las invitan a charlar. Las llevan a salones; se forman grupos que se interesan activamente, que participan. Cuando van a las escuelas, los estudiantes (comunidad siempre solidaria) organizan recolectas y les llevan víveres. La gente de Baja California, Monterrey y otras regiones del norte que ven su portal en internet les preguntaban cómo podrían ayudar. Abrieron una cuenta donde reciben donaciones.
Pero su preocupación, dice la tía, es “que venga un tren con más de cien”.
La tía ríe.

¿Cómo definirían la solidaridad con sus propias palabras?
Les pregunto.
Leonila sonríe. Será que acaso no lo ha pensado, será que lo sabe de más. En ellas la práctica siempre estuvo por delante de la teoría. Recompone, contesta mientras cuida las manitas del pequeñín que quiere jugar con el chile, con el Polvo de oro:
“Que no haya más violencia. Respetar el derecho a migrar, migrar no es un delito; pues hay tantas violaciones contra estos hermanos… Tienen los mismos derechos que nosotros, a que les demos la mano. También sus gobiernos no están haciendo nada; cuantos muertos y mutilados hay. Hay que actuar.”
A Leonila y a Fabiola les preocupan los hombres que han sido mutilados, y mucho. Exigen atenciones especiales para ellos.
“Mientras nadie nos diga nada por ayudar a los migrantes, seguiremos apoyando.” Aseguran y cumplen. La nueva legislación en materia de Protección a Migrantes del Instituto Nacional de Migración, implementada en noviembre de 2012, reconoce actualmente la figura de mujeres como Las Patronas, que se dedican a dar asistencia humanitaria.
Ellas son muy conscientes de su trabajo, de su impacto y de sus posibilidades reales.
“Por momentos se atiende el hambre.” Pero bien saben que lo que los migrantes sufren “a veces son secuestros, violaciones. Nosotras aportamos un granito de arena. Sepamos escuchar y distinguir un migrante de quien se hace pasar por migrante. Un migrante pide agua, ropa, zapatos, una noche de descanso.” Y sin embargo, igual que el pan al que cantaba José Emilio Pacheco, Las Patronas acompañan la dicha de la amistad entre desconocidos, la viva imagen de la solidaridad humana. Estoy seguro de que los migrantes, como en la Alabanza del poeta, les piden que reciban sus gracias por liberarnos de hambre y odio.

¿Qué te dicen a ti?
“Que charlen con ellos, que se conozcan y que mañana pueden ser nuestros hijos, nuestros nietos. No a la discriminación."

***

Pueden obtener más información directamente por medio del correo: lapatrona.laesperanza@gmail.com. También por los teléfonos: 045 271 710 4875 / 045 271 149 4037. También encontrarán formas de comunicarse en su portal web:http://ayudahumanitarialaspatronas.blogspot.mx/

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