sábado, 17 de diciembre de 2011

El suicidio y el canto


El libro, titulado El suicidio y el canto, es una compilación de Sayd Bahodín Majruh, célebre poeta y escritor afgano asesinado en su exilio paquistaní en 1988. Comenzó recopilando landays femeninos en el valle del Kunar, de donde era nativo. Este humanista vio un tesoro en esas expresiones nacidas del corazón, desafío de convenciones y mofa del honor masculino en más de un sentido. Desde que nace hasta que muere, el sino de la mujer pashtún es la vergüenza y la tristeza. Se le inculca que no merece ser amada. Por eso, escribió Majruh, los landays son un lamento ante la imposibilidad de amar y una revelación del sufrimiento de la malcasada.

A menudo el marido es un niño o un viejo con el que la mujer contrae matrimonio obligada por vínculos tribales:
¿No te da vergüenza, con tu barba blanca?
Acaricias mis cabellos, y yo río para mis adentros.

Zahiriente, una mujer lancea la virilidad de un hombre:
Hoy, durante la batalla, mi amante ha vuelto la espalda al enemigo.
Me siento humillada por haberlo besado anoche.


O expresa su deseo frustrado:
Ven, amado mío, ¡rápido, ven junto a mí!
El «pequeño horrible» dormita, y puedes
abrazarme.

El «pequeño horrible» es el hombre con quien la mujer ha sido obligada a casarse, una suerte de pánfilo a cuyas espaldas encontrará el verdadero amor. Según Majruh, las mujeres pashtunes, a despecho de su sumisión, siempre han anhelado en lo más profundo la rebelión y los placeres de la vida terrenal. Tituló su libro El suicidio y el canto porque con uno y otro acto dan voz a su suplicio. En la época de Majruh había dos formas de suicidio, el veneno y el ahogamiento. Hoy se envenenan y se autoinmolan a lo bonzo

FUENTE: http://www.nationalgeographic.com.es/2011/02/03/rebelion_velada.html?_part=2

Que Dios te impida todo placer en el viaje
ya que me has dejado dormida, insatisfecha.


Ven y sé una flor en mi pecho
para que pueda refrscarte cada mañana con un estalido de risa.


Vivir en esta tierra de exilio me arruina el corazón,
haga Dios que regrese al pie de mis altas montañas.


Mi amante es un collar en mi cuello
Puede que vaya desnuda, pero sin collar, ¡nunca!


Coge flores a puñados:
soy un jardín que sabe que te pertenece.

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