viernes, 16 de diciembre de 2011

Essaouira, la ciudad del deseo

Essaouira,Essaouira, tiene musicalidad este nombre, nombra a la ciudad de los vientos y del deseo, nombrada como Mogador en los libros de un mejicano: Alberto Ruy Sánchez.
Fue en su libro Los jardines secretos de Mogador,( 2001)
cuando la vi por primera vez, y así comencé a explorar sus laberintos, de la mano de Jachicha, a través de la literatura de este escritor... leí sus obras anteriores, y esperé con ansiedad la última entrega en 2007: La mano en el fuego.
Recorrí sus callejuelas, sus murallas guiada por su voz... mientras alimentaba el deseo de despertarme en esa muralla, de recorrerla, de tocarla... desde el asombro.
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(Fragmento de Nueve veces el asombro)



DE LA APARICIÓN DE
MOGADOR


1. Dicen que Mogador no existe, que la llevamos dentro.



2. Pero otros dicen que sí existe y que, justamente, la llevamos dentro.



3. Otros, con apariencia de saber mucho más, lo cual ya crea cierta desconfianza, afirman que Mogador existe también sobre la costa Atlántica del norte de África, disfrazada sólo desde hace algunas décadas bajo un nombre al que algunos atribuyen poderes mágicos: Essaouira. Que se debe pronunciar muy rápido, como si las vocales casi no existieran en la palabra que suena sorpresiva: “SsueiRa”. Nombre veloz y silbante al que se dan tres significados: la bien trazada, la de las murallas pequeñas, la ciudad del deseo.



4. Sobre el primero, “la bien trazada”: se dice que el laberinto que dibujan sus calles es otra palabra mágica, perfecta pero inpronunciable por boca humana. Una palabra divina que sólo desde las alturas del cielo se lee y se entiende. Desde la tierra sólo se obedece, como al destino, a la atracción de los planetas o a los llamados de la carne.



5. Sobre el segundo significado de la palabra Essaouira hay que decir claramente que sus murallas no son pequeñas. Desde el desierto o desde el mar se ven como gigantes desafiando a las olas. Pero abrazan y aprietan con tanta firmeza y dulzura protectora a su ciudad que reducen y alivian las preocupaciones exageradas o las angustias de sus habitantes. Facilitan por tanto el goce. De ahí esta otra explicación escuchada con frecuencia: cuando se dice que sus murallas son pequeñas no se habla de su tamaño sino del afecto que se les tiene. Se está usando un diminutivo de cariño para nombrarlas.



6. Por muchas razones y sinrazones le dicen “la ciudad del deseo”. Porque fue inventada por marinos deseosos de un puerto. O por los que navegan el otro mar de Mogador, el de arena: los caravaneros que cruzan el Sahara deseando también lugar de arribo y temporal recogimiento. Así, de ambos modos estuvo dentro de todos los navegantes mucho antes de estar donde la vemos. Incluso actualmente, cada vez que alguien va hacia ella, en su larga travesía de agua o de arena, siempre la reinventa.



7. Dicen que antes de verla desde el mar, con sus murallas resplandecientes: picoteadas del brillo de la sal, uno la reconoce inmediatamente a flor de piel porque es una ciudad que nos toca. A veces con cierta brusquedad sobre todos los sentidos, pero casi siempre con su presencia firme pero delicada. El golpe de asombro pega luego tanto en los ojos como en el resto del cuerpo. No más y no menos fuerte por dentro que por fuera.



8. Dicen que al mirarla uno no puede evitar apasionarse por ella y de paso enamorarse con terrible fijeza de quien se tenga cerca. Que las parejas surgidas así nunca pelean ni pueden separarse. Descubrirla es un ritual compenetrante.



9. Pero otros dicen que sólo pueden verla, a lo lejos, quienes previamente estén terriblemente enamorados o al menos sientan que la urgencia de un deseo los desborda, los quema. Dicen que en una lengua muy antigua del desierto la palabra Mogador significa “lugar donde aparece el destino, donde se hace visible de pronto el sentido de la vida porque toma el cuerpo de un deseo ardiente”.





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II

DE LA ESPIRAL

Y SUS CONSESUENCIAS


10. Tal vez quien lee esto contando los pasos de su mirada ya se habrá dado cuenta. Pero tal vez lo sabía de antemano: en Mogador nadie cuenta de diez en diez sino de nueve en nueve. Y aunque conocen el cero no lo ejercen con prisa, lo dejan pasar por delante en silencio. Les gusta el círculo incompleto, el que comienza de nuevo hacia adentro antes de cerrarse: la espiral, que es el dibujo original del arábigo nueve.



11. Dicen que la línea de la vida y el deseo crecen y avanzan aquí con más naturalidad en forma de espiral interminable, lenta, indecisa, siempre comenzando de nuevo. Y no se piensan de ninguna manera como la falsa cima escalable con la cual se les representa con frecuencia en otras ciudades y culturas. La cúspide única de poder y riqueza, el climax, el éxito ascendente, la fama mayor, no gozan de ningún prestigio en Mogador. Todo lo contrario: de quien vive el espejismo de haber ascendido se dice que “se cayó hacia arriba”.



12. Que cuando la gente de Mogador habla, también lo hace en forma de espiral y de esa manera se acerca o se aleja de lo que quiere decir, muy lentamente y dándole la vuelta. Que de la misma manera avanzan los mogadorianos hacia las cosas y por eso han trazado sus calles reproduciendo ese recorrido espiral que ya está en su naturaleza.



13. Que al centro de la espiral está la Plaza del Caracol, donde se entretejen y anudan definitivamente todas las historias, todos los destinos, todas las religiones, todas las virtudes y todos los defectos, todos los amores y todos los deseos. Todos esos hilos de vida viajan invisibles en el viento hacia la Plaza. Y a cada uno nos corresponde poco a poco irlos descifrando o por lo menos ir reconociendo los nuestros.



14. Y como prueba de la existencia enroscada de lo invisible en la Plaza del Caracol, corazón palpitante de Mogador, a ciertas horas reinan los remolinos.



15. Dicen que hasta en los procedimientos del comercio los habitantes de Mogador siguen esta regla concéntrica, no escrita, que todo lo vuelve lenta espiral. Y lo hacen también en la política, aparentemente indirecta y esquiva. Y hasta en las tácticas militares defensivas cuyo principio es aquí el de los castillos concéntricos.



16. Y por supuesto, en el amor de todo tipo reina la espiral. Nadie busca el orgasmo, esa otra desprestigiada cima, y por eso se le encuentra varias veces en cada viaje hacia un centro siempre lejano y, paradójicamente, siempre presente, alcanzado. Dicen que los mogadorianos hacen el amor pensando que recorren las calles de su ciudad. Y que nunca es igual su paseo concéntrico: siempre algo inusitado los sorprende. Es parte de la naturaleza de la espiral y del deseo.



17. Que este procedimiento espiral incluye el amor a sus dioses. A los que se llega penetrando moradas que encierran nuevas moradas. Hacia las cuales nunca se debe avanzar en línea recta: es inútil. Y que a los dioses y a los amantes de Mogador se llega de manera similar: consumiéndose lentamente en los anillos de su fuego.



18. Paradójicamente, tal vez por la redondez de la tierra, los mogadorianos son reconocidos como muy buenos, incluso notables navegantes. Saben que en este mundo lleno de agua y aire y fuego la línea más directa entre dos puntos sobre la tierra nunca es una recta.


http://www.angelfire.com/ar2/libros/Cosas9x9.html

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